
Una supuesta escena callejera desemboca en una intención publicitaria, mientras que otras miradas de los diarios se dirigen a prejuicios morales, o bien aborrecen una tipología de la vida matrimonial.
Roger Waters creyó que era necesario regrabar “The Dark Side Of The Moon”, un álbum clave publicado en 1973 por el grupo inglés Pink Floyd, donde los cuestionamientos generacionales de aquel entonces afloraban sobre un manto musical de rock progresivo de gran despliegue.
Cultura 11 de octubre de 2023J.C. Maradón
Debe ser aterrador para los sobrevivientes de aquella revolución cultural de los años sesenta, tomar conciencia de que muy pocas consignas de las que se pregonaban en ese entonces han perdurado, al menos tal como se soñaba en esa época que debía acontecer en el futuro. Las profecías que auguraban un mundo mejor, al que iban a dar forma los jóvenes después de derribar las viejas estructuras que oprimían sus libertades, han resultado un fraude espantoso, si observamos la cruda realidad de lo que sucede por estos días, en los que impera un sálvese quien pueda parecido a la ley de la selva.
La prédica de la paz, cuyos abanderados habían nacido al tronar de las bombas de la Segunda Guerra Mundial, era una de las ideas centrales de aquella generación que se indignó ante el horror de Vietnam e impulsó, entre otras cosas, el impedimento a la proliferación de armas nucleares. A la vista de lo que llevamos recorrido del siglo veintiuno, podemos asegurar que los aparatos bélicos se han sofisticado, aumentando su efecto letal gracias a avances tecnológicos que han potenciado la capacidad de destrucción. Ninguna reflexión alentada por el pacifismo impidió que la humanidad se sometiera a una escalada de conflictos sin fin.
Y el retorno a la naturaleza, que encendía las alarmas sobre los altos niveles de contaminación y concientizaba acerca de la necesidad de cuidar el medio ambiente para que hubiera un mañana digno de ser vivido, tuvo consecuencias nefastas porque los habitantes de las ciudades huyeron a las zonas rurales… para destruirlas. La deforestación y otros ataques feroces contra el equilibrio ecológico han puesto al planeta al borde del desastre. Y por más que haya pruebas evidentes de esa degradación, siguen escuchándose voces que niegan el cambio climático y alientan a continuar con la política predatoria.
Esa solidaridad global, ese culto al amor y esa fe en lo que vendrá, que fueron los ideales comunes a millones de chicos y chicas que más de medio siglo atrás buscaron poner las cosas patas para arriba, no han sobrevivido a las sucesivas oleadas de egoísmo, odio y desesperanza que nos han azotado desde esos años. Por el contrario, ahora se desprecia esas marchitas ilusiones, porque se pretende reinstalar la supremacía del más fuerte, en un embate darwinista sin precedentes en la historia, que constituye el exacto opuesto al sueño de quienes creyeron estar a punto de dar un vuelco para siempre.
Con un diagnóstico así de negativo, Roger Waters creyó que era necesario regrabar “The Dark Side Of The Moon”, un álbum clave del grupo inglés Pink Floyd, en el que varios de estos cuestionamientos generacionales afloraban sobre un manto musical de rock progresivo de gran despliegue. Como bajista, compositor y cantante en esa obra, Waters se lanzó a recrear a solas, cinco décadas después, el contenido de la grabación que alguna vez elaboró junto a David Gilmour, Rick Wright y Nick Mason, y que ha sido sacralizada por la prensa y el público como una pieza antológica.
Sin el espíritu novedoso del original y con largos tramos recitados y muy pocos cantados, esta recreación llamada “The Dark Side Of The Moon Redux” tiene escasas chances de siquiera entrar en el radar de quienes veneraron el disco de 1973. Por eso, lo más probable es que quede como un arresto de nostalgia de un artista de 80 años que vuelve sobre sus pasos y revisita su trabajo más logrado para decir otra vez, hoy con mayor énfasis, el mensaje que por esos días tenía aceptación entre sus pares y que en la actualidad ha sido arrasado por el imperio de los sentimientos mezquinos.
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