La victoria de Cristina

La vicepresidenta cree que sus primeros tres mandatos fueron los mejores en décadas, no la razón por la cual hoy se vive tan mal.

Nacional 16 de junio de 2023 Por Javier Boher
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El cuerpo humano es muy especial. Tiene formas de reacomodarse para evitar sentir dolor y así seguir con la vida habitual. Eso, claro está, es apenas un engaño. Poco a poco empieza a repercutir en el correcto funcionamiento de otras partes del cuerpo, hasta que finalmente las consecuencias se hacen visibles y son más duraderas. Con la vida en general pasa lo mismo.

Ayer a la tarde habló la vicepresidenta, en una de esas presentaciones que cada vez generan menos entusiasmo entre la gente. En un momento de su alocución aseguró que los 12 años y medio de su gobierno (excluyó intencionalmente el actual, el cuarto mandato kirchnerista) fueron los mejores años en muchas décadas.

 
No hay casos similares de fracasos políticos y económicos sistemáticos como los argentinos, por lo que su afirmación puede llegar a tener algún dejo de verdad, aunque sea apenas la consecuencia del brutal reacomodamiento estructural de la salida de la convertibilidad y los mejores términos de intercambio de la historia argentina.

Década tras década el país vivió experimentos autodestructivos que lo dejaron en la situación actual. Antes del kirchnerismo estuvieron los ‘90 de convertibilidad y alta desocupación, los ‘80 de la Guerra de Malvinas y la hiper de Alfonsín, los ‘70 de la violencia política, los ‘50 y ‘60 de la interrupción de los gobiernos democráticos y así sucesivamente.

El kirchnerismo recibió en 2003 un país que estaba en condiciones de corregir los fallos de redistribución de la riqueza que había tenido el menemismo, pero con una economía integrada al mundo. El otro desafío era resolver la falta de confianza en la política, a la que se veía como una actividad tomada por la corrupción. Este segundo aspecto marcó a fondo todo lo que hicieron después.

El país -el kirchnerismo- desperdició una oportunidad histórica de reencauzamiento. Eligió la opción de aislamiento internacional y el sectarismo cool de un progresismo que con el tiempo devino en una fuerza netamente conservadora.

No hay área de la vida cotidiana en la que no se pueda apreciar el retroceso generalizado en la calidad de vida de la gente, que tiene demasiados problemas como para preocuparse de que los gobiernos son incapaces de hacer siquiera las cosas más simples. Se trata de estados elefantiásicos que no pueden hacer absolutamente nada de lo que se supone deberían.

La inmediatez con la que circulan las noticias hace que todo se viva como si fuese en la esquina de casa, aunque en realidad puede estar pasando en la otra punta del país. Eso, que algunas veces resulta abrumador, es el principal enemigo que tienen los políticos que creen que se puede tapar el sol con la mano.

La que Cristina definió alguna vez como la mejor ministra de Desarrollo Social que tuvo Argentina, su cuñada Alicia Kirchner, gobierna una provincia en la que no hay clases desde hace 50 días, como si no hubiesen existido pandemia, burbujas y un sinfín de otros paros que hacen que esos chicos no tengan las herramientas básicas para vivir. Sin embargo, los resultados de las pruebas Aprender dieron mejor que antes del coronavirus. Nada se puede tomar en serio si lo mide el gobierno.

El que fuese Jefe de Gabinete de Cristina, Jorge Capitanich, está hoy en el centro de la escena porque gobierna una provincia en la que una mujer lleva dos semanas desaparecida. Eso, que de por sí es grave, no es nada al lado del entramado de corrupción e impunidad que rodea el caso. Un matrimonio está acusado de haber secuestrado y asesinado a la mujer, a la que luego habrían arrojado a los chanchos, como en la famosa película de Guy Ritchie, Snatch. El caso se agrava porque ambos eran candidatos del partido de gobierno para las próximas elecciones del domingo. Pero el problema es que vuelva la derecha.

En lo que refiere a salud, la atención se sigue resintiendo. EL PAMI demora en cubrir las prestaciones, hay un mercado paralelo de medicamentos oncológicos y hay trabas para la importación de insumos. Esto no es nuevo, sino la consecuencia de mantener un rumbo durante tanto tiempo. Todavía recuerdo un conocido que tenía problemas para conseguir una prótesis allá por 2009 o 2010, que ya había trabas a las importaciones. Lo llamó el mismísimo Guillermo Moreno para conseguírsela, porque el Estado no puede resolver nada.

Por supuesto que a cada nivel de gobierno le corresponde lo suyo. Que no haya guardias médicas como la gente (hace un mes un amigo debió recorrer tres hospitales hasta que consiguió una guardia con ecografía, que finalmente sirvió para que lo operen de urgencia) es responsabilidad de gobiernos que pagan poco y apenas si cumplen con hacer de cuenta que las cosas funcionan.

En educación pasa lo mismo. Cada vez que entro a la escuela pública a la que van mis hijos veo paredes descascaradas, juegos que están en malas condiciones, maestras que faltan sin mayores consecuencias o dos gabinetes enteros de computadoras que no se pueden usar porque no mandan el técnico. Pero después queremos ser un polo tecnológico de desarrollo de software. Cada vez que salen imágenes de los recintos y oficinas del poder legislativo no veo paredes mal pintadas, afiches pegados pidiendo sueldos dignos ni nada por el estilo.

Ni hablar de lo que es la inseguridad o la droga, por las que todos vivimos peor que nunca.

Pero, así como pasa con el cuerpo humano, todos los ciudadanos se acomodan y siguen caminando. No hay tiempo ni ganas para detenerse a mirar lo que pasa alrededor. Eso, sin embargo, no elimina todo lo malo que pasa. Solamente lo posterga hasta que el dolor vuelva, ahora de manera insoportable.

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