El miedo interior

Un poco de cada una de las perspectivas de un apocalipsis inminente se conjugan en “Dejar el mundo atrás”, la película de Sam Esmail que Netflix estrenó en noviembre del año pasado y que en pocas semanas se erigió en una de las favoritas de los usuarios de este plataforma de streaming.

Cultura 29 de enero de 2024 J.C. Maraddón J.C. Maraddón
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J.C. Maraddón

En la película “Oppenheimer”, que fue uno de los grandes estrenos del año pasado, se advierte cuán profunda ha sido la toma de conciencia de que el hombre estaba en condiciones de acabar con la humanidad, a partir del desarrollo de armas de un poder nunca antes visto. Las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki fueron apenas una muestra de la capacidad destructiva de ese armamento, que una vez desarrollado por Estados Unidos y la Unión Soviética pendió sobre la cabeza de todos como una amenaza latente a lo largo de 45 años, en los que subsistió la pesadilla del “botón rojo”.

Es desde entonces que las fantasías apocalípticas ampliaron su espectro y no sólo se basaron en catástrofes naturales como terremotos, caídas de meteoritos, invasiones extraterrestres o erupciones volcánicas. También los seres humanos habían demostrado ser capaces de extinguirse a sí mismos, en ese afán de imponer el dominio de una nación sobre otra través de la guerra, que hasta 1945 se había circunscripto a determinados lugares geográficos, pero que con la energía nuclear había pasado a aterrorizar al planeta entero, sin contar las consecuencias que esa energía radiactiva podía provocar, tal como se había experimentado en Japón mucho tiempo después de los bombardeos.

En la década del sesenta, el avance voraz de la sociedad de consumo encendió voces de alerta entre quienes comenzaban a preocuparse por la posibilidad de que agotasen los recursos y que la superficie del globo se viese afectada por eventos catastróficos debido a la contaminación ambiental. La disminución de la capa de ozono, el calentamiento global y el cambio climático se constituyeron así como otro factor de riesgo, ante la pasividad de los líderes mundiales que no tomaban conciencia del peligro. Surgía entonces otro factor importante para que se agitase el temor de que desaparezca la vida en la Tierra.

Y, por último, la llegada del siglo veintiuno sumó un nuevo fantasma, al incrementarse la dependencia de los sistemas informáticos. En los albores del año dos mil circuló una teoría conspirativa desmentida por los hechos, sobre un colapso de las computadoras ante el salto numérico de un milenio al otro. Fue la primera de muchas otras advertencias sobre lo arriesgado que es estar preso de los flujos virtuales para el manejo de funciones básicas de la subsistencia, pero aun así esa sujeción ha ido en aumento, hasta fomentar el pánico a que se caigan los sistemas y quedemos a merced del azar.

Un poco de cada una de estas perspectivas de un apocalipsis inminente se conjugan en “Dejar el mundo atrás”, la película de Sam Esmail que Netflix estrenó en noviembre del año pasado y que en pocas semanas se erigió en una de las favoritas de los usuarios de este plataforma de streaming. El clásico argumento de la familia urbana que decide ir a pasar unos días a un lugar campestre y que encuentra allí sobrados motivos para alarmarse, es derivado hacia una sospecha fundada de que algo grave está pasando, aunque no se sepa muy bien qué es.

Julia Roberts, Ethan Hawke y Mahershala Ali asumen los roles principales de este drama que, además, incorpora las siempre presentes hipótesis de ataques terroristas o ataques foráneos como una sospecha que algunos personajes tienen acerca de la razón de lo que les sucede. Que entre los productores ejecutivos del filme se mencione a Barack y Michelle Obama no debería ser tomado como un dato causal: el mensaje de “Dejar el mundo atrás” apunta a que el miedo anida adentro de nosotros y que cualquier enemigo puede vencernos si no logramos erradicar esa sensación que nos agobia.

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