Discutir a espaldas del ciudadano

Nacional 20 de febrero de 2024 Javier Boher Javier Boher
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Por Javier Boher

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El día a día es un ataque constante contra el ciudadano. Como esos padres que cuando pelean y discuten se olvidan de hacerle la merienda o cambiarle el pañal a los hijos, toda la clase política -del presidente hasta los concejales de alguna localidad del interior- encuentra formas de ignorar a los perjudicados. Siempre ellos son el centro de todo, nunca los trabajadores y productores a los que esquilman con impuestos.

La pobreza habría subido hasta el 57,4%, según estimaciones de la UCA (que ya tuvo problemas en su momento por haber informado mal las cifras en tiempos de la campaña de 2019, perjudicando a Mauricio Macri). Otros especulan con una fuerte suba, pero un tanto más acotada, a la espera de los datos oficiales. En cualquier caso, la combinación de inflación de los dos últimos meses lleva el número a un 50% -a pesar de que algunos periodistas de prime time hagan una suma aritmética que arroja 45%- muy por encima de lo que pueden haber subido los sueldos en el mismo período.

A esa situación de pobreza creciente a la que están atadas muchas familias hay que agregarle el coro de descubridores del flagelo social que empezó a brotar desde el 10 de diciembre. Sin pudor y con impunidad, los mismos que defendieron la campaña presidencial de Sergio Massa y su demencial estrategia de aumentar el déficit para aumentar sus chances hoy tuitean o comentan en la calle sobre lo mal que está la gente. No reparar en la parte que le corresponde a su herencia es de un nivel de cinismo altísimo.

Sin embargo, poner el foco en la herencia es una estrategia que puede durar un tiempo, pero que eventualmente va a fallar. Quizás si se la acompaña con polarización y demonización de los otros se la pueda hacer durar un poco más, pero nunca va a alcanzar. La clave de todo es hacer las cosas -aunque sea un poco- mejor que los otros. No hay tanto secreto en la política: los que fallan haciendo eso no tienen reelección.

Por eso vuelve a sonar una pregunta importante que rescatamos de un podcast a poco de la asunción presidencial: ¿cuándo empieza el gobierno de Milei? Es decir, ¿en qué momento lo que pase va a dejar de ser culpa de las políticas de los anteriores para pasar a ser culpa de sus políticas? Todavía no parece haber un cambio significativo en la opinión pública, o al menos la merma en el apoyo no se ha traducido en enojo abierto contra el presidente. Por el contrario, varias de sus medidas siguen teniendo bastante apoyo.

Así, los tironeos entre políticos parecen haber olvidado que la gente hace su evaluación de las cosas independientemente de lo que quieran hacer los dirigentes. El caso del aumento del transporte público es un gran ejemplo. Mientras desde la provincia quieren cargar las tintas sobre el gobierno nacional, el usuario no puede separar las cosas del combo de no llegar a fin de mes como resultado de que explotó la bomba que armó Massa. Para el tipo que se toma cuatro colectivos en el día para ir a tirar baldes con mezcla hasta un segundo piso, toda la discusión entre Milei y Llaryora es apenas un ruido tan molesto como el de los perros que se pelean de un lado al otro de un alambrado, que son puro escándalo y nunca pasan a los tarasconazos.

En ese contexto se suma la pelea por el sentido de las cosas, que es lo que hacen con fuerza los tuiteros e influencers al servicio de la causa libertaria. A esta altura no necesitan grandes oradores ni escenificadores como los que usaba el kirchnerismo, sino que trabajan con datos bastante directos, como los números oficiales sobre el gasto que hacen los distintos gobiernos en cuestiones superfluas. La discusión es la misma que en cada casa, en la que si o si hay que recortar: ¿qué es necesario, qué es imprescindible, qué su puede postergar y qué se puede eliminar? Esa reflexión parece no estar dando vueltas en la cabeza de los que manejan la ejecución del gasto.

Por eso los libertarios son tan exitosos estableciendo la agenda, algo que gobernadores e intendentes no pueden conseguir. Así, toda la polémica sobre el precio del boleto en Córdoba se convirtió en una polémica sobre el uso del avión sanitario de la provincia que llegó hasta los programas de los canales de noticias de Buenos Aires. Quizás no sea el momento de levantar el perfil para pegarle a un gobierno que viene inflado, sino de retirarse a cuarteles para esperar un momento de debilidad para atacar.

La pobreza sigue subiendo y la inflación parece ir a la baja, tal vez una ilusión que no puede ocultar que sigue siendo altísima. Insólitamente, los políticos que dicen pensar en esa situación no han encontrado, todavía, formas reales y concretas de alivianar esa carga que lleva cada ciudadano. Prefieren quedarse discutiendo de quién es la culpa. Deberían abrir un poco más los ojos, porque es en esos momentos en los que alguno que quedó afuera de la imagen pasa recogiendo los heridos, los que son ignorados por los que están enfrascados en la discusión.

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