Marxismo y Anarquismo unidos por el Crimen: Secuestro y asesinato de Oberdan Guillermo Sallustro (Argentina) y asesinato de Edmundo Pérez Zujovic (Chile)

Nacional 22 de febrero de 2024 DAS
INM

Daniel Alvarez Soza

Parte I

     Oberdan Sallustro, es secuestrado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). 

      María Seoane, en su obra “Todo o nada”, relata el episodio de la siguiente manera: “En la mañana del 21 de marzo de 1972, una camioneta interceptó el coche del director general de la empresa Fiat Argentina, Oberdan Sallustro, cerca de su casa en la zona norte del Gran Buenos Aires. Bajo la supervisión de Baxter, Debenedetti dirigía el secuestro del empresario, apoyado por los comandos “Luis Pujals” y “Segundo Gómez”, de siete guerrilleros cada uno. Santucho desconocía el detalle de los planes externos, pero sabía que el ERP planeaba producir un hecho espectacular para obligar a Lanusse a negociar la liberación de los presos, para castigar “a las patronales burguesas” por la represión y explotación de los trabajadores, y para generar simpatías en la población. El secuestro de Sallustro produjo una conmoción inédita. Tenía 57 años y residía en la Argentina desde 1947. Doctor en Jurisprudencia, oficial del ejército italiano en Grecia, diplomático condecorado por el Papa Paulo VI, Sallustro había sido director general de la Fiat Concord y de Materfer. En esos días presidía el directorio de la empresa e integraba el del Hospital Italiano y el de la Fundación Fiat Concord. El segundo parte de guerra del ERP, difundido en todos los medios de comunicación, sostenía que los jueces del régimen eran ciegos y sordos ante las injusticias, que Sallustro era  responsable de la represión y las cesantías de los obreros automotrices cordobeses. Vaticinaba, también, el comienzo de una nueva era de justicia: “Desarrollando la guerra, construiremos la justicia del pueblo que poco a poco reemplazará a la del régimen miserable. Tantos años de explotación, de persecuciones, de    huelgas apaleadas, de odio reprimido, de coraje asesinado, empiezan a ser parte del pasado en este camino que ha emprendido el pueblo para conquistar su derecho, su libertad y su justicia” (683).

   “La autora continúa el relato: “Cuarenta y ocho horas después del secuestro de Sallustro y de su reclusión en una “cárcel del pueblo”  -un sótano estrecho- , los guerrilleros exigieron la libertad de todos los presos  políticos, el mejoramiento de las condiciones laborales en todas las empresas dependientes de la Fiat, la reincorporación de los cesanteados, la derogación de las leyes represivas,

un rescate de un millón de dólares y, además, que la empresa repartiera víveres y útiles escolares en numerosos barrios pobres de Buenos Aires y Córdoba”. 

   “El mismo 23 de marzo aterrizó en Buenos Aires, vía Roma, el presidente de la Fiat Aurelio Peccei  para dirigir personalmente las negociaciones con el ERP. Era un hombre singular, creía entender la psicología guerrillera. Había sido uno de los capi partigiani de la resistencia antifascista democristiana y había participado en la captura de Benito Mussolini en Dongo, el 28 de abril de 1945. En la década del 60 integraba ya el directorio de la Fiat, la dirección de la Demócrata Cristiana Italiana  (DCI), y posteriormente será uno de los fundadores del Club de Roma. Peccei estaba dispuesto a pactar todas y cada una de las condiciones impuestas por el ERP que dependieran de la empresa, ya que la liberación de prisioneros o la derogación de leyes represivas correspondía al gobierno. El 25 de marzo, tras una reunión del Consejo Nacional de Seguridad (CoNaSe), presidida por Lanusse, el gobierno juró que no negociaría “con delincuentes comunes que, como tales, operan al margen de la ley, y de las más elementales normas éticas de la sociedad”. Expresaba la doctrina de las FF.AA. El secuestro de Sallustro se había transformado ya en un leading case” (684).

      “Seoane cuenta ahora la actitud de Perón frente al secuestro: “Por pedido del gobierno italiano, desde su residencia en Puerta de Hierro, Perón condenó el hecho pero sin enjuiciar a los guerrilleros. Los necesitaba. “No puedo estar de acuerdo con estos procedimientos, que sólo se producen donde se carece de garantías y se practica una violencia provocada que tiende a generalizarse”, dijo el 24 de marzo a la agencia EFE. En Buenos Aires, Cámpora desplegó una crítica ambigua, recordándole al gobierno que las causas de la guerrilla se encontraban “en la violencia con que se ha conducido el país desde 1955”. Radicales, comunistas, democratacristianos, socialistas y trotskistas condenaron el secuestro, pero sin dejar de señalar que “la rigidez del gobierno podría perturbar las elecciones y la institucionalización del país” Sin excepción, los partidos mayoritarios veían en la guerrilla como “una respuesta violenta a una violencia anterior ejercida por la ruptura de la legalidad democrática desde 1955, para no hablar de 1930” (685). “Continúa diciendo  la autora: “Hasta el 25 de mayo de 1973, éste será el tono político general frente al accionar guerrillero que aún contaba con amplias simpatías. Pero el ERP no se conformaba sólo con un retorno a la “democracia parlamentaria” que, repitiendo el ciclo fatal, fuera nuevamente interrumpida por un golpe militar. Quería abolir el capitalismo, porque el PRT-ERP lo consideraba la causa de esa repetición cruel para los trabajadores y el pueblo argentino”.

“Los entretelones del Caso Sallustro  -dice Seoane- no trascendieron en ese momento, silenciados por el gobierno que de inmediato estableció la censura de prensa. En realidad, Peccei no se dio por vencido. En una reunión con Lanusse le expresó que, dada la ilegitimidad del gobierno militar, su inflexibilidad conducía a un callejón sin salida. No fue escuchado. Entonces, Peccei decidió      entrevistarse con Santucho en la cárcel. Era una operación complicada, ya que debía ser mantenida en secreto. El abogado Eduardo Duhalde fue el vínculo natural”.

     “Duhalde habría relatado así su entrevista con Peccei: “Un día apareció en nuestro estudio jurídico Aurelio Peccei. Nos vino a plantear que a él le interesaba mucho Sallustro y que creía que se estaban dando un conjunto de intereses para que muriera. En primer lugar, nos dijo, era el directorio de la Fiat el que se oponía, especialmente Carro Álvarez, que había crecido a la sombra de Sallustro porque era la personalidad más fuerte, il capo, y que veía en su muerte la posibilidad de ascenso. También mencionó intereses militares, ya que muchos de ellos debían dinero y secretos a Sallustro porque estaban involucrados en negocios con él. Nos dijo que la única forma de superarlo era una negociación directa. Lo cual fue muy dificultoso ya que tuvimos que lograr el consentimiento del director de la cárcel para que sin que se supiera quién era Peccei, entrara en Devoto para hablar con Santucho. Esa entrevista se hizo el 5 de abril de 1972 en el despacho del director del penal; Peccei y Santucho conversaron a solas durante una hora y media. Luego, el presidente de la Fiat nos dijo que habían llegado a un acuerdo, y que Robi había entendido la imposibilidad de pedir la liberación de los presos políticos. Esto trasciende porque esa misma noche lo trasladan a Santucho a Rawson para impedir el acuerdo con la Fiat, que por otra parte ya había aceptado pagar un millón de dólares” (686).

    Continúa Seoane: “Las versiones que circularon entre los perretistas, sin embargo, contradicen al abogado. Luis Mattini, miembro de la dirección nacional del PRT, afirmará años después que el jefe del ERP había insistido en que no se dejaría libre a Sallustro sin obtener la libertad de los presos políticos. “Decidió de esta manera por varias razones: primero, porque subestimaba a Lanusse. No comprendía que éste cuanto más insistía en la apertura electoral y en la negociación con todos los sectores políticos, precisamente en la prosecución de sus objetivos, menos podía negociar con la guerrilla. Al mismo tiempo que ofrecía una respuesta política al problema de la violencia, no daba tregua en el accionar represivo y no se detenía en consideraciones morales o éticas… Segundo, porque Santucho sobrevaloraba las fuerzas del ERP, y en especial confiaba en los hombres de acción… Tercero, porque precisamente debido a las falencias de su formación política, Santucho no había desarrollado aún la capacidad para entender la política como una   negociación en un sentido amplio de la palabra, como arte en el cual la rigidez y sobre todo los falsos principios están de más” (687).

    “Seoane concluye el relato diciendo: “Lo cierto es que en la noche del 5 de abril Santucho fue trasladado al penal de Rawson por decreto 1675/72 del PE, junto con su esposa y varios de sus compañeros: Gorriarán Merlo, Alejandro Ulla, el bioquímico Pedro Cázes Camarero y el estudiante de economía Eduardo Copello.  Pero el decreto había sido firmado el 28 de marzo, es decir ocho días antes de la conversación entre Santucho y Peccei. Era evidente que su traslado al Sur ya estaba previsto. Ambos se llevaron el secreto de ese diálogo a la tumba”.

   “El epílogo llegó el 10 de abril. Las razzias policiales habían acorralado a los guerrilleros. En pocos días, el ERP tenía ya dieciséis mujeres y once hombres detenidos, entre ellos el jefe militar del ERP en Buenos Aires, Osvaldo Debenedetti, y se habían visto obligados a improvisar un escondite donde mantener a Sallustro recluido mientras se llevaban a cabo las negociaciones. Investigando las casas alquiladas en días recientes, la policía dio con “la  cárcel del pueblo” en el barrio de Flores. El director de la Fiat fue asesinado durante el tiroteo entre guerrilleros y policías. En la casa se detuvo a la brasileña Guiomar Schmidt, esposa del guerrillero Mario Klachko, que pudo escapar. Horas después, un comando conjunto del ERP y las FAR, que expresaba una efectiva coordinación política entre dos fuerzas que simpatizaban, acribilló en una calle de Rosario al jefe del II Cuerpo de Ejército, teniente general Juan Carlos Sánchez, acusado por la guerrilla de haber torturado a numerosos presos políticos. Una bala pérdida mató a la canillita Dora Cuco de Ayala” (688).

     Eugenio Méndez, en su obra: “Santucho: entre la inteligencia y las armas”, sobre el caso nos relata los siguientes detalles: “Entre los disparos y la alteración de los vecinos del barrio, se escucharon dos detonaciones y el grito de un hombre: Klachko y Urteaga habían ejecutado a Sallustro, tras lo cual huyeron por las casas vecinas”

     “Oberdan Sallustro fue encontrado en una cama camera, con una camisa a cuadros y jeans. Los dos balazos de Luger habían hecho impacto en su cabeza, y se encontraba derribado sobre su izquierda. En uno de sus bolsillos aparecía un papel con un mensaje afectivo a su jefe”:

 

 “Estimado amigo Aurelio Peccei (Titular de la Central de Fiat): 

 Me han informado que usted está en Buenos Aires: más que el jefe está el amigo. Resuelva todo con seguridad y equilibrio, como siempre. Sócrates, antes de tomar la cicuta, deploraba la actitud llorona de sus discípulos y de Jantippe; los juzgaba de envidiosos porque él conocería antes que los demás la Verdad. A descargo de su conciencia, sepa que estoy muy sereno yo también porque finalmente conoceré la verdad de Giorgio (*)  y de Dios. Cordialmente Salutti a tutti. Particolari per Fuentes”.

                                                                             (Giorgio era su hijo muerto) (*).

    “Para la conducción, el resultado de la operación se vivió como un fracaso, y el Comandante Santucho, desde la cárcel, tuvo que explicarlo: 

    “En el interín, errores en materia de seguridad cometidos por nosotros, favorecieron la represión, que, mediante un inmenso despliegue de fuerzas logró contragolpear, descubriendo algunas de nuestras cosas, deteniendo compañeros, obligando a mover a Sallustro. Finalmente una omisión policial llegó al lugar donde se encontraba el ejecutivo imperialista. Sus custodios cumpliendo la consigna recibida, concentraron la ejecución antes de emprender la retirada”. 

      Por este motivo es que el gobierno del general Lanusse intensificó la lucha contra la guerrilla, llegando, a juicio de Eugenio Méndez, a plantearse la posibilidad de anular el llamado a elecciones, “evitando la llegada del “tirano prófugo”, como llamaban a Perón” (689).

     El propio Perón, desde España, trató de apaciguar los ánimos, señalando: que “estos asesinatos eran una provocación, que se quería trabar la institucionalización del país” (690). 




_________________________

683- Estrella Roja Nº 12. Marzo-abril de 1972. El texto completo del comunicado guerrillero fue publicado en todos los diarios, del país y leído en los principales canales de televisión. Era una de las condiciones impuestas por el secuestro de Sallustro. María Seoane, Ob. cit. Págs. 157-158. Citado por VÁZQUEZ VIERA, Emilio: Ob. cit. Págs. 276-277.

684.- La Opinión, 26 de marzo de 1972. Citado por María Seoane, Ob.cit., 158. Citado por VÁZQUEZ VIERA, Emilio. Ob. cit. Pág. 277.

685.- La Opinión, Clarín y La Razón, 26 al 30 de marzo de 1970 Citado  por María Seoane, Ob.cit., 159. Citado por VÁZQUEZ VIERA, Emilio. Ob. cit. Pág. 278.

686.-  SEOANE, María: Ob.cit., Pág. 160-161.Citado por VAZQUEZ VIERA, Emilio, Ob. cit. Pág. 279.

687.-  MATTNI, Luis: “Hombres y mujeres del  PRT-ERP”. Ob.cit. Págs. 95-96. Citado por SEOANE, María: Ob.cit., Pág. 160-161. 

688.-  SEOANE, María: Ob.cit., Pág. 160-161.Citado por VAZQUEZ VIERA, Emilio, Ob. cit. Pág. 281.

 (*).-   Expediente Sallustro. Ob.cit. Diarios Clarín, La Nación, La Opinión y La Prensa. Abril de 1972. Citado por Eugenio Méndez.: “Santucho: entre la inteligencia y las armas”. Ediciones de La Toma. Buenos Aires. 1999. Pág. 78. 

689.- MENDEZ, Eugenio.: “Santucho: entre la inteligencia y las armas”. Ediciones de La Toma. Buenos Aires. 1999. Págs. 78-79.

690.- Diarios Clarín, La Nación, La Opinión y La Prensa. Abril de 1972. La Stampa de Turín. Entrevista al general Perón. 17 /4/1972. Citado por Eugenio Méndez. Ob. cit. Pág. 79.

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