
Un funcionario patagónico amenazó a una intendenta con un arma de fuego, en un hecho insólito pero que no sorprende.
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Nacional11 de julio de 2024 Daniel Alvarez SozaDaniel Alvarez Soza
A los dos presidentes independientes que llegaron al poder por su prestigio personal (Carlos Ibáñez del Campo y Jorge Alessandri Rodríguez), sucederán otros dos que se proclamaban “revolucionarios”: Frei con su “revolución en libertad” y Allende con una revolución marxista, que se disfrazó como una vía pacífica al socialismo, cuyo lema era “Avanzar sin transar”
Frei, católico observante, de clara inteligencia y muy dado al estudio, se preocupó desde joven de los problemas sociales, llegando a ser uno de los principales líderes de la Falange Nacional y en seguida de la Democracia Cristiana.
Su llegada a la presidencia de la república estuvo precedida de una fuerte contienda electoral interna a la que se sumaron condiciones en el plano internacional, que se inclinaron en su favor. Fue así como su opción se impuso por sobre la de Salvador Allende, candidato del FRAP (Movimiento que agrupaba a socialistas y comunistas, robustecido por algunos partidos pequeños, entre ellos Radicales doctrinarios, fuerzas obreras y parte de la masa independiente de izquierda).
“La elección de 1964 tiene, por tanto, una importancia singular en la historia del país”.
“En primer término, surge de ella una definición de la ciudadanía que hemos juzgado como “forzada”, puesto que en su conducta y decisión entraron agentes que pueden calificarse como no usuales, en cuanto se extremaron ciertos procedimientos y mecanismos destinados a provocar una definición política de la ciudadanía ante la expectativa del terror y la incertidumbre familiar si no actuaban de una manera dada”. Esto que se traducía en el eventual triunfo del candidato de la izquierda.
“Pero esta candidatura (FRAP: Salvador Allende) fue afectada por el carácter de la propaganda contraria y, más que nada, por el aumento violento de sus partidarios en los meses anteriores a la elección, que influyó también en un sentido negativo”.
“Cuando nos referimos a la propaganda contraria hacemos referencia a la campaña para introducir el temor al “fantasma comunista (…)”. “De este modo, el “miedo al marxismo” tuvo un efecto psicológico mayor. El tema del “castrismo” fue determinante, siendo preciso recordar “que se llegó al extremo de prohibir a algunos oradores de las tribunas populares que mencionaran la Revolución Cubana en términos que pudiera “asustar” (Revista Punto Final, “El voto o el futuro”, 1969, Nº 23, enero) (1).
Frei ofrecía realizar una “revolución en libertad”, la cual, respetando la Constitución, las leyes y las libertades públicas, transformaría las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales del país.
Cabe señalar que con Frei entró el concepto de la planificación, la cual a juicio de los políticos de la época ella “es fundamentalmente un instrumento destinado a permitir el más lúcido y completo análisis de prácticamente todos los complejos problemas que enfrenta la sociedad y ofrecer métodos de organización capaces de lograr la mejor utilización de los recursos con el mínimo posible de costo social”. Los economistas de entonces aseguraban que “los años ’60 son los años de la llegada en masa de la planificación”. Es decir, Chile entra en la edad moderna, en que para gobernar no basta la inspiración del momento, sino que es preferible esperar el dato de las computadoras” (2).
Al contrario de Alessandri, Frei contaba para gobernar con un partido poderoso, el Demócrata Cristiano, vasto conglomerado de la clase media, que incluía a estudiantes, mujeres, sacerdotes, empresarios progresistas, pobladores marginales, etc. cuya consigna de “todo tiene que cambiar” parecía augurar mejores tiempos. Era apoyada tan prometedora aspiración por una bien organizada propaganda y una activa juventud que, cegada tal vez por su propio entusiasmo, parecía despreciar todo lo hecho en el pasado de la república. Sus miembros se calificaban de “camaradas”.
Ya en 1961, en la “declaración de Millahue” el partido había dejado en claro que “el capitalismo y el marxismo no son soluciones eficaces para los problemas concretos de la nación chilena en la actual realidad histórica” y “los cambios sociales indispensables sólo podrían tener lugar por el concepto nuevo que la Democracia Cristiana buscaba en la organización del Estado y en los fines y estructuras del régimen económico y social del país”. A esta nueva doctrina se le llamó “comunitarismo” pero nunca se le pudo definir con claridad”.
“En el programa de trasformaciones de la llamada revolución en libertad tenía preferencia el sector agropecuario y especialmente el cambio estructural en la propiedad del agro chileno. Para ello, era preciso previamente una reforma agraria, consistente en una modificación constitucional que estableciese claramente la función social de la propiedad”. De ahí, la necesidad de efectuar las modificaciones que se hicieron al Código Civil cuya data es de 1857, en donde el concepto de derecho de propiedad evolucionó desde su carácter absoluto individualista por un sistema de interés social de la comunidad (Art 10 Nº 10). En lo relativo al derecho de propiedad, permitió con ello “la ley que establecería el modo de adquirir la propiedad, de usar, gozar y disponer de ella y las limitaciones y obligaciones que permitan asegurar su función social y hacerla accesible a todos”. Con la Reforma constitucional impulsada por el gobierno demócrata cristiano, se instituyó un concepto moderno de derecho propiedad, influenciado por tendencias socialistas, en donde éste, es concebido, no sólo como un derecho, sino un deber del propietario” (3).
Esta reforma se hizo necesaria por los más diversos motivos A partir de 1939, Chile que había sido un exportador de productos agrícolas, comenzó a convertirse en importador de ellos, con lo cual la balanza comercial en el sector agrícola fue negativa en forma paulatina. Con ello, se consideró necesario por parte del Gobierno de Frei, una más justa distribución de la tierra cultivable. Sin embargo, el ala izquierdista de la democracia cristiana, veía en la reforma agraria una finalidad política consistente en aniquilar el poder de los sectores de derecha asentados en aquellas regiones de tradición agrícola, particularmente de las provincias centrales, consideradas “el riñón de la oligarquía terrateniente”.
“La modalidad utilizada por el gobierno para llevar adelante la reforma agraria se basó principalmente en las expropiaciones de las tierras abandonadas, las mal explotadas y aquellas que tuviesen una superficie superior a las 80 hectáreas de riego básico o su equivalente, las que serían resarcidas previo pago de una indemnización que se pagaría sobre la base del avalúo fiscal -que siempre era bajo- con un pequeño porcentaje al contado y el saldo en bonos de determinadas condiciones. Además los derechos sobre las aguas de riego fueron nacionalizados” (4).
Las consecuencias de esta reforma, dieron lugar a fuertes choques entre los propietarios de las tierras expropiadas con el gobierno, fundamentalmente por el modus operandi asumido por la autoridad para calificar a su arbitrio que tierras estaban mal trabajadas o no. Por otra parte, el aumento de producción agropecuaria esperado con la reforma no se produjo. Al contrario, la producción disminuyó, tanto por la inseguridad en que se encontraron los propietarios para emprender trabajos agrícolas como por una prolongada y ruinosa sequía que azotó a la mayor parte de la zona agraria durante los años 1967 y 1968.
La revolución en libertad también llegó a la educación con importantes cambios en la instrucción primaria como secundaria, pero en el ámbito universitario la polarización política fue desatada por un desordenado proceso de reforma en la que los partidos guiados por sus intereses políticos y doctrinarios llevaron a una anarquía, por la idea de la “universidad para todos” lo que llevó a la demagogia de la enseñanza superior.
En el ámbito económico, el peor inconveniente opuesto a la “revolución en libertad” fue la inflación, que a pesar de medidas cortoplacistas siguió su curso en forma alarmante, provocando el descontento de la masa trabajadora que, incitada por los partidos marxistas, que manejaban la CUT (Central única de Trabajadores) multiplicaba los paros y las huelgas.
El debilitamiento del gobierno se hizo evidente, con lo que las aspiraciones de que “la Democracia Cristiana tenía para treinta años en el poder” se caían estrepitosamente. Además de la fuerte fractura interna al interior del partido “En un comienzo fue muy fuerte la corriente oficialista, que estaba de parte del presidente. Luego fueron en aumento las fuerzas de los otros grupos: “Terceristas” y “Rebeldes”, que llegaron a controlar los sectores campesino y sindical del partido. Los Terceristas impulsaban las reformas, pero sin romper con el mandatario. Los Rebeldes, en cambio, se inclinaban a formar un frente electoral con los partidos marxistas, aspirando a estatizar un buen número de empresas, como las del salitre y del carbón, que se hallaban al borde de la quiebra” (5). De estos últimos nacerán el MAPU y la Izquierda Cristiana.
Desde el punto de vista de la estabilidad del régimen, es preciso recordar que el Gobierno de Frei fue afectado hondamente por diversos acontecimientos que fueron aumentando a medida que él se desenvolvía. Por ejemplo, entre 1964 y 1966 se suceden diversas huelgas “ilegales”, ocupación de terrenos, toma de caminos y de establecimientos escolares y universitarios.
El 11 de agosto de 1968 se produjo la toma de La Catedral de Santiago por el “Movimiento Iglesia Joven”, integrado también por personas vinculadas directamente a la Democracia Cristiana. Y según su dirigente máximo (que después integrara la Izquierda Cristiana), ella seprodujo por la “inquietud de muchos cristianos por la falta de compromiso -como institución- en el mundo actual. Nuestro lema: “Por un Iglesia junto al pueblo y su lucha, resumía y resume nuestra inquietud” (6).
En 1969, a contar del mes de mayo, diversos grupos de estudiantes provocaban fuertes desmanes en las ciudades universitarias del país, este recrudecimiento de la violencia y la agitación callejera había sido ya anunciado por nacientes organizaciones extremistas “que afines del ’67 decían estar preparándose para la “toma del poder por la lucha armada” (7). En gran medida, esta violencia desatada por distintos grupos y con finalidades diversas y aisladas. Sin embargo, un grupo terrorista que, inicialmente fundado en el sur chileno, se había concentrado particularmente en las ciudades importantes del país. Se trataba del Movimiento de Izquierda revolucionaria (MIR).
“Desde 1967 la organización (MIR) comenzó una política de enfrentamiento con el gobierno. Particular atención pusieron en las acciones de propaganda armada y en las operaciones para recaudar fondos, que ellos denominaron “expropiaciones”, que no eran sino asaltos a bancos (8). Estas acciones eran comunicadas a la opinión pública de la siguiente manera: “A los Obreros, Campesinos, Pobladores y Estudiantes: 1.- El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) informa al pueblo que su comando “Rigoberto Zamora” expropió el Banco Nacional del Trabajo. El caso está resuelto. Los incapaces del “Escuadrón de la Muerte” no necesitan torturar ni flagelar a nadie. 2.- (…) El MIR devolverá a todos los obreros y campesinos del país ese dinero, invirtiéndolo en armas y en organizar los aparatos armados necesarios para devolver a todos los trabajadores lo que les han robado todos los patrones de Chile, o sea, para hacer un gobierno obrero y campesino que construya el socialismo en Chile. (…) 4.- El pueblo puede estar seguro que este dinero es suyo y que ni un peso de él será gastado en lo que no sea estrictamente necesario para armar, organizar y preparar la defensa de los intereses de obreros y campesinos” (9).
Pero indudablemente que esta violencia no estaba en absoluto monopolizada por este grupo, sino que aparecía inspirada por sectores extremistas de los partidos de izquierda, y “en especial por integrantes del Partido Socialista, que desconfiaban de la viabilidad de llegar al poder a través de la institucionalidad democrática y que, por ello, enfatizaban la idea de la violencia y el enfrentamiento a la “civilidad burguesa” (10).
El Gobierno actuó, por lo general, con cierta serenidad al enfrentar estos movimientos, con excepción de tres casos, en donde la represión de las fuerzas policiales fue violenta. El primero se producirá el 11 de marzo de 1966 en el campamento minero de El Salvador (III Región), donde el entonces Senador de la Democracia Cristiana Patricio Aylwin, había advertido: “mano dura para las oligarquías sindicales que, promoviendo huelgas injustas e ilegales, utilizan a los trabajadores como carne de cañón”. Como resultado de la huelga y del actuar de Carabineros murieron nueve personas (hombres y mujeres) y 60 heridos. El segundo de los hechos tuvo lugar a propósito de un paro general convocado por la CUT, debiendo acordonarse las poblaciones marginales de Santiago, evitando así que los obreros realizaran manifestaciones en el Centro de la ciudad, jornada que al final dejó 5 muertos y más de 50 heridos. Sin embargo, el hecho más grave, por las consecuencias que traerá con posterioridad, tuvo lugar en Pampa Irigoin, en Puerto Montt, el 09 de marzo de 1969, en donde un conjunto no superior a las 70 familias sin casa ocuparon estos terrenos, y fueron violentamente reprimidas por las fuerza pública, lo que provocó la muerte de 9 pobladores y más de 40 heridos.
Además de la inseguridad social provocada por la acción de grupos subversivos (1965), debemos agregar “el ruido de sables, que a contar del mes de mayo de 1968, dieron las Fuerzas Amadas. “Descontentos por sus bajas remuneraciones y molestos por las querellas entre el Gobierno y oposición, por el largo trámite del proyecto de reajuste de remuneraciones en el Parlamento, por las múltiples huelgas indefinidas y por el desorden político y gremial, los militares chilenos hicieron sonar simbólicamente sus sables y taconear sus botas, causando preocupación en todos los medios políticos y ciudadanos del país” (11).
La posibilidad de un golpe de Estado conmovió a todos los sectores del país, tanto de Gobierno como de oposición. La situación se producía luego de que la oficialidad militar habían manifestado su intención de protestar por mejoras sustanciales en sus remuneraciones, tanto del personal activo como de aquellos que estaban en situación de retiro, todo esto sumado al clima de inestabilidad política y económica que afectaba a los diversos sectores del país.
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1.- URZUA VALENZUELA, Germán: “Historia política de Chile y su evolución electoral (Desde 1810 a 1992). Editorial Jurídica de Chile. 1992. Págs. 607-608.
2.- Revista “Ercilla”. Nº 1713. 1968. Santiago de Chile. Págs. 15-22.
3.- ANDRADE GEYWITZ, Carlos: “Elementos de Derecho Constitucional chileno”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, 1963. Págs. 219-220.
4.- OLAVARRÍA, Arturo: “Chile bajo la democracia cristiana”. Tomo IV. Editorial Nascimiento. Pág. 311.
5.- FRIAS VALENZUELA. Francisco. “Historia de Chile” Tomo IV. La Republica hasta 1973.Ob.cit. Págs. 452 y ss
6.- URZUA VALENZUELA, Germán: Ob.cit. Págs. 615.
7.- URZUA VALENZUELA, Germán: Ob.cit. Pág. 615.
8.- “Andrés Pascal Allende: “El MIR 35 años”. Pág. 10. Citado por PEREZ. Cristian: “Historia del MIR”. Ob. Cit. Pág. 14.
9.- Comunicado publicado por Revista Punto Final (Nº 99 del 3 de Marzo de 1970), citado por RADRIGÁN, Cecilia y ORTEGA, Miriam: “Con vista a la Esperanza”. Escaparate Ediciones. Santiago- Chile. 1998. Pág. 32.
10.- URZUA VALENZUELA, Germán: Ob.cit. Pág. 616.
11.-Agencia UPI. 1969. Abril. Santiago de Chile.
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