El fin de año teje a gran velocidad los fragmentos de sentido con que las actividades culturales se proponen salir airosas de un año difícil. Hoy en la ciudad un museo abre muestras, un cineclub va agotando su programación, un libro aparece, también un disco dice presente.
Algo que no sea obvio
La serie estadounidense “Decameron”, que tiene como showrunner a Kathleen Jordan, procura salir airosa con su idea de romper esquemas y, en su delirante trajinar, no deja que el interés decaiga y hasta se da con el gusto de ofrecer una experiencia distinta para los abonados a Netflix.
Cultura13 de agosto de 2024J.C. MaraddónJ.C. Maraddón
No debería tener ninguna chance de resultar exitoso un experimento audiovisual que se proponga adaptar el “Decameron” de Boccaccio, pero sin guiarse textualmente por las historias que allí son narradas por un grupo de nobles florentinos, cuya manera de escapar de la peste negra ha sido refugiarse en una villa fortificada de la campiña. Uno se pregunta para qué entonces tomar el título y la brillante idea de ese libro clásico, si de él solo se extraerán algunos disparadores para confeccionar otro relato en el que a duras penas se distinguen retazos de lo que ha sido aquella obra original.
Mucho menos cabría otorgarle crédito a una historia que gira en torno a una epidemia de una enfermedad mortal que asoló a Florencia a mediados del siglo XIV, cuando ha transcurrido tan poco tiempo desde que el coronavirus sembrara el terror en todo el planeta y obligara a establecer cuarentenas obligatorias por parte de los gobiernos. Cualquier estudio de marketing indicaría que la gente está ansiosa por ver ficciones que la saquen del pesimismo generalizado y no que la vuelvan a introducir en ese clima sórdido de cuatro años atrás, cuando las cifras de muertos crecían a medida que pasaban las horas.
Si al menos una trama así estuviese protagonizada por figuras archiconocidas que atrajesen la atención del público en general, quizás podría haber alguna posibilidad de que encuentre quienes la vean con entusiasmo. Pero la presencia de una cohorte de personajes poco agraciados, con patrones de conducta indescifrables e interpretados por actores no tan conocidos, es suficiente para echar por la borda cualquier intento de posicionar un producto de esas características entre los favoritos de los usuarios de una plataforma como Netflix, que se cuenta entre los servicios más requeridos por aquellos que están dispuestos a pagar un canon mensual para acceder al streaming.
Peor aún será el destino de una tira en la que la comedia y la tragedia se desarrollan de modo simultáneo, obligando a los espectadores a dudar entre llorar, reírse o rendirse ante esas escenas plagadas de asesinatos a sangre fría y de comportamientos ridículos que culminan en diálogos grotescos. Y ni qué hablar si a cada momento, como parte de la banda de sonido, se escuchan de fondo canciones emblemáticas del rock alternativo, con letras que acompañan lo que está sucediendo, pero que carecen de un nexo sonoro con acciones que transcurren a finales de la Edad Media.
Sin embargo, a pesar de todas esas contras, la serie estadounidense “Decameron” que tiene como showrunner a Kathleen Jordan, procura salir airosa con esta idea de romper esquemas y, en su delirante trajinar, no deja que el interés decaiga y hasta se da con el gusto de ofrecer una experiencia distinta que puede despertar admiración y rechazo en proporciones similares. De hecho, Netflix estaría reconsiderando el lanzamiento de una hipotética segunda temporada, porque los comentarios recibidos y la cantidad de visualizaciones no son suficientes para calmar las expectativas que se habían creado ante el estreno de esta producción a fines de julio.
De materializarse esa cancelación, quienes caímos bajo el embrujo de esa demencial aventura en la que se terminan embarcando hombres, mujeres y niños que huyen de la muerte, nos veremos privados de saber hacia dónde encaminarán sus pasos después de todo lo que han vivido. Quizás, más allá de la desilusión, eso no importe tanto: el disfrute que suscitan esos ocho episodios de poco menos de una hora, es suficiente para saciar el apetito de novedades que se desata frente a grillas de opciones en las que cuesta encontrar algo que no sea obvio.
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