El salmón de Cristina

Nada ilustra mejor el fracaso económico conceptual del kirchnerismo que festejar ser flete del salmón chileno después de haber prohibido dicha industria en nuestro país.

Nacional 18 de julio de 2023 Javier Boher Javier Boher
2023-07-16-cristina

Por Javier Boher

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La coherencia a lo largo del tiempo está sobrevalorada. Todos vamos creciendo, madurando, aprendiendo nuevas cosas que nos hacen replantearnos nuestras antiguas creencias. Así, probablemente todos alguna vez hayamos dicho cosas que hoy no pensamos. Es parte de la vida.

Sin embargo, hay límites para ese tipo de contradicciones. Uno no debería contradecirse en un breve lapso de tiempo ni respecto a temas que definen cuestiones éticas. Una cosa es cambiar de club del cual se es hincha, otra muy distinta es avalar delitos. Por eso es que hay contradicciones que son más graves que otras.

Al kirchnerismo le gusta ufanarse de que son los defensores del trabajo, la producción, la industria y todo lo que hace al imaginario peronista. Sin embargo, eso les ha quedado apenas en el discurso: buena parte de los trabajadores ya no ve en el oficialismo un vehículo de progreso, sino todo lo contrario. El kirchnerismo pasó a ser visto como un obstáculo, una traba, un impedimento para todos los que pretenden estar mejor en base a su propio esfuerzo.

Hay un caso que lo ilustra perfectamente claro este problema en que se ha convertido el kirchnerismo, el de los salmones. Esto vino a mi mente después de leer algunas de las declaraciones de la vicepresidenta respecto a Aerolíneas, ese fetiche propio del nacionalismo estatista barato que tiene en la cabeza buena parte de la población.

“Aerolíneas, con su servicio de cargo, ahora transporta el salmón chileno a través del aeropuerto de El Calafate directo para Miami. No solamente es para inversores, o empresarios nacionales sino también para un producto tan típico como es el salmón chileno”, explicó.

“Ahora, el salmón chileno lo va a consumir Messi y Antonella, así que espero que les guste el salmón, es de Chile y pasa por Calafate”, aseguró risueña, convencida -como siempre- de que es la más ingeniosa del espectro político.

La vicepresidenta pidió "sacarse las anteojeras ideológicas y dogmáticas y poner siempre como horizonte la defensa de los intereses nacionales", para completar diciendo que "No fue una decisión ideológica sino pragmática de gestión económica".

Si uno escucha ese tipo de declaraciones y siente orgullo por la labor del oficialismo, lógicamente va a sentir que todo eso tiene sentido. Sin embargo, es caso puntual es una muestra cabal de las inconsistencias del kirchnerismo, que celebra tener una aerolínea de bandera para transportar salmón chileno, cuando hace apenas dos años celebraba que en Tierra del Fuego se hubiese prohibido la salmonicultura.

Se pueden tener contradicciones, lógicamente, pero no se puede celebrar que nuestro negocio sea transportar salmón del vecino cuando las estimaciones sobre cuánto representaría el negocio para el país va de un mínimo pesimista de 6.000 millones de dólares hasta un máximo optimista de diez veces ese número. Es decir que, solamente por exportaciones de salmón, el país podría llegar a duplicar su PBI. Si hoy la soja es la estrella que mantiene a flote al gobierno, el salmón podría incluso generar más divisas.

No tiene nada de malo que haya servicios de transporte de mercancías o servicios de logística, todo lo contrario. Pero enorgullecerse de que un avión de Aerolíneas Argentinas le va a llevar salmón chileno a Messi es tan ridículo como todo el papelón de la tripulación de Aerolíneas llorando por traer vacunas desde Rusia. De nuevo, está perfecto ser el fletero, pero sería mucho más rentable para todos si el país fuese productor.

Es más, se podría poner en otros términos: las exportaciones de salmones que eventualmente podría llegar a tener Argentina podrían pagar, en solo un año, el costo de los juicios por la expropiación y todo el déficit acumulado por la empresa desde que el kirchnerismo entró en la fase delirante de reestatización nostálgica.

Toda la experiencia relacionada con el kirchnerismo funciona del mismo modo: hay una incapacidad absoluta de hacer primar la racionalidad económica por sobre las consignas y discursos ideológicos construidos en torno a cualquier cosa. Nunca jamás una decisión económica del kirchnerismo es pragmática, salvo a los fines de conseguir más votos.

El kirchnerismo se encargó de cavarse la fosa por pura convicción ideológica. Cada decisión fue un hito extra en una larga lista de eventos desafortunados, otra piedra para que se hunda el barco, otro clavo en el ataúd o cualquier otra figura que sirva para ilustrar el tamaño de la mala praxis económica en la que incurrió el kirchnerismo, que trata de celebrar cifras de crecimiento de la producción pero solamente refleja que nada puede florecer sin asistencia de -o con tongo con- el Estado, en este andamiaje soviético de privilegios para los funcionarios y sus amigos.

Pese a que ha dado muestras de no ser una luminaria, sus acólitos le celebran sus ocurrencias. Así, todos contribuyeron a esa situación de llegar a festejar que transportamos la plata que otros pueden hacer por medio de negocios que los nuestros eligieron prohibir. Es como celebrar el presente de goleador en otro club de un jugador al que dejaste irse libre del tuyo; para colmo, Cristina pide levantarlo y llevarlo en andas después de que te clavó tres pepas. Una locura.

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