Algunas actividades de arte pueden desafiar la impronta de la mirada y trasladar a los demás sentidos la conexión con las obras. Dos propuestas aparecen aquí, y también convocatorias para eventos del año que estamos estrenando.
Una dinastía que se extingue
El estadounidense Tony Bennett, quien falleció la semana pasada a los 96 años, fue uno de los que más luchó para que no desaparezca el linaje de los crooners, que caracterizó el panorama sonoro de mediados del siglo pasado y que sentó las bases para mucho de lo que vino después.
Cultura24 de julio de 2023J.C. MaraddónJ.C. Maraddón
Para encontrar el antecedente de las actuales figuras de la música pop, no queda más remedio a que remitirse a la raza de los crooners, esos cantantes de voz melódica que reinaron durante los tiempos de las grandes orquestas de jazz y que dotaron de una pátina anglosajona a ese género de origen afroamericano. Bing Crosby y Frank Sinatra se cuentan entre los más ilustres representantes de esta estirpe que acunaba los corazones de las fans mediante canciones de amor que susurraban palabras románticas y luego desplegaban tonalidades despampanantes en ese registro de barítono que los caracterizaba en su estilo de vocalización.
Eran épocas en que el cine era la vidriera en que estos ídolos debían mostrarse, más allá de que fuesen mejores o peores en el arte de la actuación: para que los suspiros femeninos se generalizasen, era bienvenida la aparición en la pantalla grande de estos varones ilustres. Por supuesto, también hubo intérpretes femeninas que descollaron en esos mismos años, pero todavía regía entonces el predominio de la visibilidad masculina en estas lides, un estereotipo que se prolongó incluso al producirse el arribo del rocanrol, cuando Elvis Presley encaró la transición de una etapa a la otra y recibió el espaldarazo del público.
Esa coyuntura, vista a la distancia, sellaba el comienzo de una nueva era en la cultura occidental, en la que parecía que los crooners iban a ver acotados sus espacios. De hecho, los sugestivos movimientos de cadera de Elvis contrastaban con la formalidad en escena que reinaba antes, con esos astros trajeados y respetuosos de la moral y las buenas costumbres. Además, la televisión empezaba a apoderarse del entretenimiento hogareño y a través suyo se iban a expandir esos nuevos modales, a los que primero se creyó una rebeldía pasajera, para después caer en la cuenta de que el rock había llegado para quedarse.
No se iba a resignar así nomás la vieja guardia a entregar sus laureles a las estrellas emergentes y, en su flamante rol de veteranos de la música, encabezaron shows televisivos que eran los favoritos de los padres de familia, en tanto los adolescentes preferían aquellos programas en los que brindaban lugar a las celebridades rockeras. Se estableció así una puja generacional en la que la juventud llevaba las de ganar, gracias al ímpetu de sus convicciones y al talento de esos músicos que patearon el tablero y forjaron una escala de valores diferente.
Sin embargo, hubo vocalistas de aquellos chapados a la antigua que supieron adaptarse a la modernidad y que, además de sostenerse vigentes, consiguieron imponer algunos de sus modales en ciertos cantantes de rock, desde Rod Stewart hasta David Bowie, que en alguna instancia de su carrera se calzaron traje y corbata para abordar un repertorio melódico. Ha sido gracias a estos obstinados crooners que esa categoría de artistas no ha perdido su encanto y que, a la vuelta de los años, se han producido sucesivos revivals en los que aquella manera de cantar ha vuelto a ser atractiva para el mercado.
El estadounidense Tony Bennett, quien falleció la semana pasada a los 96 años, fue uno de los que más luchó para que no se extinguiera ese linaje, que caracterizó el panorama sonoro de mediados del siglo pasado y que sentó las bases para mucho de lo que vino después. En sus permanentes grabaciones de duetos, acompañado por Lady Gaga, Amy Winehouse o Elton John, por nombrar solo algunos, deben buscarse las razones del renombre que alcanzó entre las audiencias más jóvenes, que reconocían sus aciertos pese a ser ya un hombre de edad avanzada. Con él, se retira de este mundo el último representante de una dinastía.
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