Alguien prendió la mecha

El ataque con una bomba Molotov a un grupo de mujeres en un hotel empuja al debate sobre el efecto de darle aire a ciertos discursos

Nacional 08 de mayo de 2024 Javier Boher Javier Boher
2024-05-07-marquez
Por Javier Boher
Hace unos días fue tendencia en redes sociales una entrevista que Ernesto Tenembaum le hizo a Nicolás "Nicky" Márquez. En realidad, decirle entrevista es demasiado. No es mi rubro, pero entiendo que lo que se estila es que un periodista que lleva a alguien a su programa se prepara antes de darle aire. No fue lo que pasó. Márquez pudo ventilar su agenda sin mayores inconvenientes, tirando golpes y aseveraciones falsas que no pudieron ser devueltas por sus interlocutores.
El personaje en cuestión es conocido desde hace años, pero por algún motivo los que lo recibieron en el estudio lo trataron como si fuese un tuitero cualquiera en lugar de un autor publicado y de renombre en el submundo de la extrema derecha retrógrada y conservadora. No me gusta usar esa forma de "extrema derecha", tan abusada durante años, pero en este caso es imposible siquiera acercarlo retóricamente al liberalismo, pues todo su discurso es negador de ciertas cuestiones básicas.
Uno de los puntos más replicados fue cuando habló de la homosexualidad. Expuso datos falsos (mentiras, para decirlo sin vueltas) y aseguró que es una enfermedad. El hecho de que la homosexualidad pueda no ser una elección no significa que caiga en el espacio de lo patológico. Sería, en todo caso, como escribir con la mano izquierda. Márquez sería como esos curas de la época de mi padre que lo querían obligar a escribir con la derecha porque la zurda es una mano impura. Ridículo.
Este tipo de personajes crecieron como respuesta al extremismo del kirchnerismo. Convertir cada posible derecho humano en una causa a militar fanáticamente bajo un discurso único empujó a mucha gente a buscar refugio en la negación más extrema del mismo. Durante mucho tiempo pudieron ser señalados como parias (como en el caso de Cecilia Pando, que repelía a las masas por su antipatía), pero de a poco fueron surgiendo otras figuras más amigables para el consumo masivo. Caras jóvenes, discursos descontracturados y críticas válidas al pensamiento hegemónico del kirchnerismo fueron ampliando el estanque en el que estos avivados se pusieron a pescar. Márquez no tiene ninguna de esas características; es más fácil imaginarlo con un uniforme militar de la década del '40 con un tirador de cuero surcando su pecho en diagonal. Su fuerte es que atrae desprevenidos por la seguridad con la que comunica sus ideas. Al final del día siempre son más peligrosos los que viven llenos de certezas que los que se permiten dudar de todo.
Por supuesto que Márquez puede decir y pensar lo que se le antoje, como lo viene haciendo desde hace años. Es un personaje entrenado en el arte de la provocación, con la suficiente cintura como para escapar de los intentos por arrinconarlo -especialmente si los entrevistadores no se prepararon previamente, como Tenembaum y compañía-. Es un sujeto que se la pasa esperando por una vidriera más amplia que la de su nicho, con el objetivo de romper la burbuja y alcanzar a más personas que necesitan darle sentido de alguna manera a sus vidas. Quienes lo invitaron al programa le facilitaron inocentemente el vehículo para que lo logre. 
El lunes hubo un hecho que no recibió la atención que le hubiese tocado en otro momento. Se trata de un ataque con una bomba Molotov a cuatro mujeres que residen en un hotel, de las cuales dos son pareja y una además está embarazada. Parte del kirchnerismo trató de convertir el hecho en una nueva bandera para resistir al gobierno de Milei, mezclando cosas que nada tienen que ver. 
Tal vez la proliferación de personajes como Márquez influya en este tipo de episodios, algo que no podemos afirmar categóricamente. Lo que es seguro es que defender a las víctimas a través de la partidización del hecho es de una bajeza absoluta, que además terminará por provocar el efecto contrario al que supuestamente persigue. Es como si no hubiesen aprendido nada del resultado que ese tipo de acciones le terminaron provocando al kirchnerismo en general, pero a causas justas que decidieron servirle para la construcción de su relato. Con esto alejan la posibilidad de obtener condenas rotundas desde sectores a los que van a terminar señalando como enemigos por cuestiones totalmente ideológicas y arbitrarias.
Los discursos de odio no existen, pero eso no significa que no haya gente coqueteando permanentemente con cruzar los límites. Decir que un homosexual es un enfermo está profundamente mal, pero sigue sin ser un delito. El problema es que siempre habrá alguien que tome eso y quiera "corregir" las cosas, al interpretar las cosas de una manera posible que no se deriva inequívocamente de lo que dijo alguno de estos personajes. La duda, al final, termina siendo sobre quién encendió realmente la mecha de la bomba.
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