Un peligroso error no forzado con escenas de menemismo explícito

La suerte de las últimas gestiones presidenciales estuvo atada al impacto de los golpes autoinfligidos. Para entender las consecuencias no hay que preguntarse cuántos fueron los afectados por el criptogate; sino quiénes y cómo.

Nacional17 de febrero de 2025Gabriel SilvaGabriel Silva
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Por Gabriel Silva

Primer acto: Mauricio Macri no sale rápido de la resaca de las Legislativas 2017, agita demasiado el fantasma del kirchnerismo y la muletilla “no vuelven más” hasta que se pega de frente con la crisis de abril del 2018. Cuando se quiere dar cuenta, está pidiendo la escupidera post Paso 2019 y suplicando gobernabilidad para terminar su mandato.

Segundo acto: un Alberto Fernández con altos números de imagen positiva, la oposición del Congreso tratándolo de “comandante” en el arranque de la pandemia y editoriales con tapas vestido de Superman festeja el cumpleaños de quien por entonces era su pareja, Fabiola Yáñez. El episodio se produce en junio del 2020, la foto sale a la luz en 2021, poco antes de la campaña para las elecciones intermedias. La vergonzosa maniobra con la que quiso salir a despegarse de ese episodio comenzó a condenar el final de su gobierno.

Tercer acto: Javier Milei, a días de defender por qué se pasa tanto tiempo en ‘X’ en una entrevista tan amistosa como las tapas de Alberto, recomienda en esa red social una criptomoneda que hacía horas había visto la luz. El escándalo, con amplias repercusiones en todo el mundo, marcaron el fin de semana tumultuoso de la gestión libertaria.

Tres golpes autoinfligidos, misma cantidad de hechos que significaron, no sólo una fuerte caída del valor de la palabra presidencial, sino también la fisura de cada líder con su núcleo duro. A Alberto, la militancia kirchnerista le compró el relato del “quédate en casa” y lo predicó con el mismo tono imperativo que el por entonces primer mandatario. Por eso se sintieron unos boludos cuando aparecieron las fotos y salieron a buscar responsables.

El fracaso de ese intento se consumó cuando directamente se los devoró la propia grieta, la del peronismo que los obligó a reconfigurarse y aislar por completo a Fernández. Aún en la derrota, ganó la otra Fernández del binomio, la que realmente les importaba preservar.

Claro está que las consecuencias del criptogate pueden ser distintas y a eso, por el momento, no lo sabemos. En el comienzo, lo que no reviste dudas es que, en la traición a sus propios fieles, ambos episodios se parecen y mucho.

Nadie cree tanto en este gobierno como la comunidad de traders que invierten en criptos y tienen basados conocimientos sobre qué es un rug pull.  Por eso, acá la pregunta no es cuántos fueron estafados, el verdadero interrogante debe ser quiénes y cómo. Y, probablemente, también dónde: una plataforma como ‘X’ que Milei se jacta de dominar con facilidad.

Vamos de nuevo: quiénes, no cuántos. Y en el medio, el comportamiento del también complejo para los tres presidentes, voto volátil.

El otro aspecto que sobresale es la corrupción, o al menos cómo su círculo íntimo peligrosamente expone al libertario a ese terreno, al de la estafa, y ahí la sinonimia que se produce con el país timbero del menemismo. Paradójicamente, en la misma semana en la que Milei intentó el parricidio con Cavallo.

Por último, como ocurre siempre en estos casos, el silencio de los aliados incomoda más que la previsible crítica de la genuina oposición. Casos como el de los cordobeses Juez y De Loredo arriman más a ambos al lote de los amigos del campeón y la especulación electoral, que a los verdaderos leales que defienden sin condiciones. Incluso, cuando golpea la criptonita. 

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