
El llaryorismo fortalece su esquema y el schiarettismo piensa en el Senado 2027
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La bala de El Jefe entró. El tema es ver cómo sigue la novela, qué impacto tiene en los armados a futuro y si el triángulo de hierro pierde, no sólo su forma geométrica, sino también un vértice clave.
Provincial25 de julio de 2025
Gabriel Silva
Por Gabriel Silva
La comparación puede sonar caprichosa, pero no por eso carente de letalidad y consecuencias. A los libertarios les gusta y mucho decir que en el ADN del presidente Javier Milei hay algo de Perón, que lo que se inició en el 2023 con el balotaje, en lo político, es sólo comparable al arranque del primer Perón y el 17 de octubre del ’45, piedra basal del peronismo sin ser la fecha de elección; y que, lo del León, en lo económico, a esta altura ya superó la analogía inicial. Esa que lo tenía admirando a Carlos Menem.
Entonces, desde esa comparación que los libertarios usan para mojar la oreja de un peronismo aún sin liderazgos nítidos y en medio de una orfandad para muchos inquietante, el látigo de Karina Milei en forma de posteo en ‘X’ fue un duro mensaje para adoctrinar. Similar al que, en su último gobierno, el Perón en modo león herbívoro lanzó en Plaza de Mayo cuando les dijo imberbes a Montoneros que vivieron en esa huida en columna una vergüenza y bronca que pueden compararse, en tiempos de redes e Inteligencia Artificial, con el odio y la sonrojada que les dejó el reto tuitero de El Jefe. Porque, ni en ese momento a Perón, como ahora sucede con Karina, los ‘jóvenes idealistas’ tuvieron el coraje para encarar de frente.
El cuestionamiento de ahora a Sebastián Pareja, al igual que en su momento a José López Rega, dejó a sendos brazos pretorianos en otra relación de fuerzas. Como Montoneros en los ’70, las hordas tuiteras que comandan Santiago Caputo y el Gordo Dan saben que la bala de plata es ir de manera directa en contra de los verdaderos líderes. Y por más que resulte curioso que hace más de 50 años ese poder total lo ejercía el presidente; ahora, ya ni siquiera eso: el poder, por lo menos con la firma y en el relato libertario, es de Karina. No de Milei, de Karina, la secretaria general de la Presidencia.
Lo peor de todo es que las consecuencias no las saben ni siquiera sus propios protagonistas. ¿Podrá Santiago Caputo correr con la misma suerte de Villarruel? Ese traspaso del asesor estrella a las filas del eje del mal, ¿es sin costo? O lo que es peor: ¿qué sucederá si ni siquiera dejando lugares en las listas para dirigentes con frondosos antecedentes, no sólo en el peronismo, sino en varias fuerzas, les alcanza para derrotar a triada PJ de Cristina-Kicillof-Massa?
Y acá asoma otro ingrediente en el interesante know how del cordobesismo. Recién en septiembre se empezará a medir la talla de la marca por fuera de la provincia, pero es necesaria la advertencia de que, una derrota del peronismo bonaerense hablará en primer lugar de la manera en la que se extiende el mal momento del PJ, pero también de la funcionalidad del schiarettismo para partir el voto. La receta del 2023, por caso.
De todas maneras, en la semana en la que el cotillón del Derecha Fest hizo escala en Córdoba, por fuera de los dardos en contra de Villarruel y el mensaje ‘anti-zurdo’ subyace la casi nula pericia que tiene la mano de obra libertaria. Que referentes, diputados y aquellos que quieren serlo lo hagan bajo la consigna única de la muerte de la izquierda, el socialismo o el cada vez menos mencionado mensaje anti-casta; y tengan una ignorancia supina sobre economía, infraestructura, retenciones y apelen únicamente al discurso guionado del equilibrio fiscal es grave.
Por eso, es real la necesidad, no sólo del ingreso de los moderados como Schiaretti o la presencia de radicales que no renieguen de su ADN ideológico, sino también que aquellos que lo hagan, al margen de su tono y templanza, tengan experiencia.

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