Nuevos recortes de los días de papel Córdoba, 1903

El cotidiano puede ser sorprendido por hechos completamente fuera de la rutina, pero que son incorporados de inmediato a la experiencia vivida por los habitantes de un lugar. Pongamos que se habla de la ciudad de Córdoba en 1903.

Cultura04 de octubre de 2023Gabriel ÁbalosGabriel Ábalos
Ascención del globo de Silimbani
Ascensión del globo de Silimbani en un predio de Buenos Aires.

Por Víctor Ramés

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Un hecho sombrío podía irrumpir en la marcha del cotidiano, sobresaltando el curso de lo rutinario, para pronto volverse parte de la comidilla diaria de los cafés y las tertulias de la ciudad de comienzos del siglo XX. Tales eran las redes sociales de aquel momento. El memorialista cordobés Manuel López Cepeda recordaba la existencia de la tienda La Principal sobre la primera cuadra de la calle San Martín, a metros de la plaza. La fundación de este negocio, una camisería, se remontaba a 1903, por su dueño don Gregorio Irastorza. Entre las cosas que cuenta López sobre la tienda, surge la rivalidad entre esta y la otra camisería de la cuadra: La Fama, de González Hermanos. Las peleas entre ambas se daban en el terreno de los precios. Y también refiere López el final de ese local: “El fuego puso fin a la vida de «La Principal», y ahí se instaló Gath y Chaves, que también fue pasto de las llamas, hasta que y a raíz de lo cual, se instaló el Biógrafo, que tuvo primero, en tiempos del cine mudo, otros empresarios que no son los actuales”, escribió el autor en su libro Gente, casas y calles de Córdoba, de 1966. 
Lo que no cuenta López Cepeda es un hecho de sangre que tuvo lugar a fines de mayo de 1903, en ese local de la calle San Martín, números 25 y 27, cuyos actores fueron el dueño, señor Irastorza y un empleado. Es el diario La Libertad el que transcribe el suceso:
“Hoy por la mañana a las 7.30, se desarrolló una escena trágica en el interior de la casa de comercio La Principal (…).
El hecho, que desde los primeros momentos de producirse fue conocido y comentado en la ciudad, ocurrió de la siguiente manera. 
El Sr. Nazario Rodrigo, persona como de 50 años, boliviano, cajero de la casa, parece que no satisfacía enteramente a su patrón, señor Gregorio Irastorza, por cuanto aquel abusaba a veces del alcohol. 
Este ha sido el motivo por el que en la mañana de hoy el señor Irastorza reprendiera a su empleado delante de los demás dependientes, terminando sus observaciones con esta frase:
–¡Usted tendrá que salir ahora mismo de aquí!
Rodrigo, que desde un principio argüía, no conformándose con las reprensiones de que era objeto, en un instante cambió de color y cegado por la ira sacó un revólver, de que estaba provisto, apuntó con él a su patrón y descerrajóle un tiro.
La escena se produjo cerca de la caja, a cuatro metros de la puerta del establecimiento; el proyectil, que no dio en el blanco, se incrustó en el borde de uno de los mostradores.
Aterrado justamente el señor Irastorza por tan inesperada agresión, retrocedió vivamente hacia el centro de la casa, siendo perseguido de cerca, tenazmente, por Rodrigo, que en todas sus facciones revelaba la cólera de que estaba poseído.”
El agresor persiguió a su empleador y le dio dos balazos más, para luego huir escaleras arriba hasta su pieza, pues vivía en el local. Irastorza resultó herido de gravedad y Nazario se encerró en su habitación, donde pronto se oyó un nuevo disparo. “Inmediatamente se presentó al lugar del suceso el comisario señor Benjamín Galíndez y el inspector señor Isla. El citado comisario llamó a su vez a la puerta del cuarto, no obteniendo respuesta, y en vista de ello ordenó empujar aquella que cedió fácilmente, pues no estaba asegurada por el interior, conforme se creyera desde un principio.
Ante la vista de los empleados concurrentes se ofreció un triste cuadro: Rodrigo, ya cadáver yacía tendido boca arriba, sobre un catre de lona, y a un costado, sobre el piso, un revólver bulldog, calibre 7 milímetros.”

Concluye el diario que el disparo “le produjo una muerte rápida, sin agonía.”

Si la única premisa para los hechos de esta página es su carácter singular y anti-cotidiano, vale incluir a continuación la visita de un acróbata de los aires, el capitán Silimbani que, en febrero de 1903, ascendió en globo sobre la ciudad de Córdoba. El aeronauta llegó en el marco de una gira pagada por los cigarrillos La Americana, cuya marca promocionaba. Así cuenta el diario La Libertad los pormenores de su hazaña en cielo cordobés, comenzando por las escenas preparatorias:
“El lugar elegido al objeto fue el edificio en construcción para talleres de una empresa situada a una cuadra al sud de la estación del tramway de Córdoba en General Paz.
La concurrencia que afluyó desde las 4 de la tarde hasta las 7 p.m. en que se efectuó la ascensión del globo, situado en los alrededores del local, sin exageración pasaba de ocho mil, aparte de la gente que lo ocupaba interiormente.
Los coches de la empresa tramway de Córdoba iban llenos de pasajeros, teniendo ésta por necesidad, que aumentar el servicio.
Las azoteas de muchos edificios, tanto de General Paz como del centro de la ciudad, contenían numerosas personas que esperaban presenciar el espectáculo, varias con auxilio del anteojo.”
El relato se refiere a la ceremonia de inflado de la inmensa esfera mediante el calor, la que tuvo una duración de dos horas. Cuando el capitán Silimbani consideró que se daban las condiciones, se aferró al trapecio y dio la orden a los muchachos de que desatasen las cuerdas que cinchaban tironeadas por el globo. Una vez cumplida esta orden, el globo “se elevó contorneándose como una coqueta, hasta unos 80 metros más o menos, siendo llevado por el viento norte que soplaba lento a esa hora.
Muy presto empezó a descender y al cabo de dos minutos se perdió de la vista de los presentes.
El globo descendió quietamente a unos 25 metros al sud de la doble vía del tramway San Vicente, y como tres cuadras al este del molino Letizia, donde hay muchas casas y árboles que muy bien pudieron estos obstáculos comprometer la caída del navegante aéreo.
Cerca de allí lo esperaba al capitán Silimbani su esposa en un carruaje.
Desde el punto de ascensión del globo, hasta el de caída no hay más distancia que 9 cuadras en sentido recto al sud. 
Un muchacho Carlos Damiani, alias Catenas recogió la bandera arrojada desde el espacio por el aeronauta, consiguiendo así la prima de cinco pesos.”

 

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