Nuevos recortes de los días de papel Córdoba, 1910

Una supuesta escena callejera desemboca en una intención publicitaria, mientras que otras miradas de los diarios se dirigen a prejuicios morales, o bien aborrecen una tipología de la vida matrimonial.

Cultura 11 de diciembre de 2023 Víctor Ramés Víctor Ramés
Maridos-y-obscenidades
De maridos insufribles y juicios por obscenidad. (Ilustración inglesa de 1877)

Por Víctor Ramés
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Abrimos con una nota publicada en febrero por La Patria, que conduce al lector a través de pistas falsas respecto al foco de la noticia; toma la forma de una crónica y acaba reforzando una publicidad publicada por el mismo periódico. ¿La habría pergeñado un publicista?
Los tranvías de Córdoba
COMO SIRVEN DE PROPAGANDA
Decididamente tendremos que abrir una sección especial sobre los accidentes que
diariamente ocurren en los tranvías eléctricos que recorren la ciudad.
Ayer en la calle Constitución esquina Rivadavia, una elegante señora, temiendo no alcanzar el tranvía, saltó al coche, y para su mala suerte cayó al suelo un bonito paquete que llevaba, causando el consiguiente pánico entre los demás pasajeros; el pánico se trocó en curiosidad al percibir todos los presenciales un exquisito, suave y dulce perfume cuya causa no acertaban a comprender, al pronto.
La señora, aun no repuesta del todo de la emoción que le causara el desgraciado suceso, se encargó de satisfacer la curiosidad que ya se había hecho manifiesta: alza el paquete lo abre y sacando del interior un frasco roto lo muestra al grupo ya numeroso que se había formado en torno suyo, hablando así:
«Muy poco al cabo de la moda debéis estar, para no haber ya comprendido que el perfume que estay aspirando es el delicioso extracto Corona de Oro, fabricado por la ya mundialmente conocida The Crown Perfumery Do., de Londres, cuyos productos, todos se encuentran en ventas en la más antigua y acreditada de nuestras casas del ramo, la Droguería Pedro Minuzzi, de propiedad de los señores Justo Minuzzi Hnos. y Cia; y cuyo detalle encontraréis en la tercera página de LA PATRIA.»
Una nutrida y sonora salva de aplausos, constituyó el primer triunfo de la improvisada oradora. Es una provechosa lección que debemos tener muy en cuenta.”

Las citas que siguen tienen que ver con valores, en un sentido amplio. Hay valores relativos a la obscenidad y el pudor, como los que discute la siguiente nota de La Patria de enero de 1910.
La Pornografía en auge
Una información inexacta.
Habiendo leído en el número de ayer de Justicia un suelto con el primero de estos títulos, en el que se denuncia la existencia de libros con portadas obscenas que dice se exhiben al público en una librería de la calle Colón, nos llamó la atención que las autoridades no se hubieran apercibido de tal exhibicionismo pornográfico que no armoniza con la moralidad y cultura de esta sociedad.
Picados de la curiosidad y naturalmente interesados en el asunto, tratamos de constatar la efectividad del hecho denunciado.
Aunque la casa no se señala sino por alusión en el suelto de referencia, supusimos que se tratara de la imprenta, librería y papelería situada en la esquina de Colón y San Martín, y hacia ella nos encaminamos anoche mismo.
Hemos revisado primeramente el escaparate donde están los libros y artículos del ramo expuestos al público, y confesamos con franqueza que no hemos encontrado nada anormal y fuera de lo que comúnmente se observa en los negocios análogos, que pueda haber herido el pudor del sueltista ni de nadie.
Se presentan allí a la vista del público novelas y obras de diversa índole, algunas con láminas en sus cubiertas, pero ninguna que constituya un sello de inmoralidad ni mucho menos.
Los hay literarios, científicos, filosóficos, didácticos, sociológicos, etc., y aun buen surtido de novelas de diversos autores que no pecan por cierto de inmorales.
Se exhiben en esa casa como en todas las librerías de esta ciudad y de todas partes del mundo, novelas con figuras más o menos intencionadas pero que en manera alguna chocan con la decencia ni hieren el sentido moral del más escrupuloso.
Pensamos que la confianza y buena fe del colega ha sido sorprendida en este caso por algún mal intencionado interesado en perjudicar en sus intereses a la casa en cuestión.
Tales ligerezas pueden tener consecuencias apreciables que no se calculan de primera intención, como sucede en este caso en que se trata de una casa de negocio que provee a los escolares de libros, útiles, etc. y a la que se coloca en una falsa situación ante el público con denuncias a todas luces falsas como la de que tratamos.”

También suponen valores los juicios y censuras referidos no a una persona en particular, sino a una tipología, en este caso el marido insufrible para esposas y público en general, bocetado en las páginas de La Patria de enero de 1910.
Los maridos de su casa-
Así como hay mujeres ‘de su casa’, existen maridos que merecen la misma denominación. ¿Quién no conoce estos engendros? El maneja la casa, él manda al mercado y a veces inspecciona la despensa por si está por concluirse el azúcar, toma el peso a la lata de aceite, cuenta las velas que quedan y calcula cuantos huevos y tarros de ostras se necesitan para confeccionar, dentro de la mayor exactitud -tacañería decimos nosotros- una mayonesa.
Todo esto lo hace por economía y buen gobierno doméstico. Les dirá a ustedes que su consorte no sabe manejar con prudencia el dinero.
Cuando regresa de sus quehaceres da risa verle, los bolsillos como árganas, repletas de las compras que ha hecho el apóstol de la ciencia doméstica durante la ida y retorno de sus ocupaciones; aquí latas de sardinas de á peso las cinco; allá queso de Chester a un nacional, más allá medio salchichón en estado indefinible, todo lo barato lo seduce, le atrae irresistiblemente; las pichinchas constituyen su sueño dorado y en baratijas y fruslerías mal que pese el buen paladar y la higiene se gasta los suspiros y lágrimas.
Y hay otros que, en su afán de vigilar, van aún más allá, abren los guardarropas, cuentan las servilletas, preconizan uno que otro zurcido en los manteles, opinan sobre la bondad para su mayor conservación, de doblar aquellas en cuadros o triángulos.
¡Ay! de la esposa que ha tenido en suerte semejante marido! Ni le está reservado el placer de lucir un vestido o un sombrero a su gusto. El marido es el que compra las telas, elige las gorras y hasta el figurín.”

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