Novedades que llegan con atraso

Por J.C. Maraddón
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Durante los tiempos en que la contracultura arreció en los Estados Unidos al impulso del movimiento rockero y de todos los fenómenos sociales asociados a la irrupción de la juventud como nuevo factor de cambio, la televisión como medio de comunicación de mayor alcance masivo se mantuvo bastante al margen de esos aires renovadores, Los protagonistas de la revuelta tuvieron presencia en pantalla y hubo un seguimiento en tiempo real de lo que estaba sucediendo, pero quienes eran los encargados de dar a conocer esas novedades seguían siendo animadores vestidos de manera formal muy al estilo de los viejos tiempos.

Recién a mediados de los años setenta la TV estadounidense iba a empezar a ponerse en onda, cuando ya se había entendido que el rock era bastante más que un ritmo de moda, y que la nueva camada de telespectadores ya no se conformaba con los shows a la antigua usanza. Sobre todo, corrían el riesgo de que les ocurriera lo mismo que les pasó a ciertos conductores televisivos británicos, completamente sobrepasados por las estrellas del punk que se les reían en cámara, cuando los almidonados presentadores pretendían acorralarlos con preguntas acerca de su aspecto o de su modo de comportarse.

Fue “Saturday Night Live”, que debutó en la NBC el 11 de octubre de 1975, el programa más representativo de esa necesidad de innovar en el segmento de los “late night”, un género tradicional en la televisión de Estados Unidos que se prestaba para experimentar con algo distinto. El humor corrosivo, un equipo de conductores e invitados especiales dispuestos a todo, los sketches que terminaron convirtiéndose en clásicos y sobre todo una puesta en escena desacartonada y provocativa, le dieron al ciclo un plafón lógico en la teleplatea juvenil, que lo transformó en su espacio favorito dentro de la oferta televisiva.

Desde un primer momento, “Saturday Night Live” se vinculó de forma directa con el circuito rockero, cuyas principales figuras tomaban parte de las emisiones como entrevistadas y como encargadas de realizar una breve actuación en vivo donde interpretaban sus flamantes lanzamientos. Esta complicidad fue también la que consiguió que se consolidara el programa como la vidriera de esa atmósfera cultural que llevaba ya veinte años de vigencia y que recién entonces encontraba un modo propio de mostrarse en la pantalla chica, algo que no mucho más tarde capitalizaría la cadena MTV como sustento para la expansión del videoclip.

Ha pasado casi medio siglo, muchos han sido los rostros famosos que han surgido de las huestes de “Saturday Night Live”, y a pesar de que el panorama actual dista mucho del que se vislumbraba en sus inicios, el programa sigue vigente. Enmascarados en plataformas virtuales, redes sociales y otras vías de difusión modernas, sus contenidos siguen circulando y su estilo de producción audiovisual va en constante evolución, en una carrera contra el destino que aparenta ser eterna. Con 49 temporadas produciendo episodios semanales de 90 minutos de duración, el ciclo es una marca reconocida incluso en países donde nunca se lo vio.

Como, por ejemplo, la Argentina, que recién ahora, casi 50 años después, tiene la posibilidad de ver “Saturday Night Live” en vivo, directo y simultáneo desde Nueva York a través del servicio de Universal+, otro de los grandes jugadores en el mercado del streaming. Como su nombre lo indica, el envío se emite los sábados a la noche, desde las 23.30, desde el Rockefeller Center, donde despliega su habitual propuesta de parodias, pasos de comedia y sets musicales, con un elenco de astros internacionales y un desenfado que en sus inicios era patrimonio de la juventud y que hoy compartimos (casi) todos.