Caras y caretas cordobesas

La revista porteña dedicó varias menciones al escritor, astrónomo y meteorólogo Martín Gil a lo largo de años. Aquí se aportan más elementos para rescatar sobre esa figura popular cordobesa en la segunda década del siglo veinte.

Cultura 30 de enero de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
Caras y Caretas 1914 - Martín Gil en su observatorio
Fotografías de Martín Gil y de su observatorio sobre la Avenida Argentina. (1914).

Por Víctor Ramés

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El hombre que escudriñaba las estrellas (3)

En la revista Caras y Caretas del 4 de julio de 1914, se dedicaban a Martín Gil dos páginas ilustradas con fotografías y algunas intervenciones dibujadas, en cuyo texto se hacía visible la metodología de aquella entrevista realizada en su casa-observatorio de Córdoba. Al responder, el astrónomo aficionado y meteorólogo se atenía a un cuestionario que le había sido entregado vía un corresponsal, encargado de llevar las respuestas, por supuesto de puño y letra, a la redacción en Buenos Aires del semanario porteño, para su publicación. Aquí va su transcripción:

“Agradezco íntimamente a la ilustrada dirección de CARAS Y CARETAS, su gentil saludo y la molestia de enviar hasta a mi casa a su distinguido corresponsal viajero, aunque en verdad no valga la pena ese trabajo.

¿Datos de mi telescopio?; Ahí tiene usted el aparato; es un ecuatorial con refractor Zeiss, de 180 milímetros de luz, objetivo apocromático de tres cristales; reloj motor a fuerza centrífuga; helioscopio de un prisma y cuatro espejos negros; espectroscopio estelar; iluminación eléctrica para la lectura de los círculos, etcétera, etc. —

“¿Su poder, su alcance? Sobre esto sería menester entendernos, lo cual requeriría cierta explicación detallada con algo de números y valores angulares para lo cual no estaría usted dispuesto, se me ocurre.
La cuestión es más delicada que lo que parece. Algunos astrónomos han tratado el asunto en forma impropia, anticientífica; por lo tanto, nada tiene de extraño que hasta la gente instruida se confunda en tal terreno. Aunque en teoría, aumentar el valor angular de un objeto, equivalga a aproximarlo, en la práctica celeste y terrestre, no es lo mismo, por varias razones que pasamos por alto.
Con ese ocular que ve usted allí, amplificando quinientas y tantas veces, se dice que aproxima la Luna a setecientos y tantos kilómetros — recuerde usted que nuestro satélite dista en valor medio trescientos ochenta y cuatro mil kilómetros (384.000). Ahora bien; con ese mismo ocular usted puede percibir sobre la Luna un pequeño cráter o una roca de ciento cincuenta a doscientos metros o una línea de cien metros más o menos.
Sin embargo, creo que nadie pretendería percibir a simple vista la forma y ciertos detalles de un objeto de 150 a 200 metros colocado, aquí en la tierra, a setecientos y tantos kilómetros de distancia, es decir. de aquí a Buenos Aires.

“— Sí; como lo he dicho, creo que entramos seguramente a una época lluviosa y fría hasta 1918 por lo menos, con la intercalación probable de un año seco en dicho intervalo. Las razones en que fundo mi manera de ver, las he dado en La Nación y otros diarios y estoy siempre dispuesto a sostenerlas en el terreno de la ciencia moderna. — 

“Lejos de eso; ya sabe que para la Argentina años de lluvias equivalen a años de prosperidad; así que, a mi ver, iniciase una época de riqueza, lo que no quiere decir de felicidad… — 

“Es verdad; en un artículo en La Nación ofrezco entregar las aguas por un tiempo, al menos. Digo que no aspiro a ser el administrador de las aguas superiores ni del riego forzado de nuestro territorio; que en estos momentos, una lluvia equivale a un insulto nacional. Sin embargo, que me ocuparé siempre de todo fenómeno interesante en el Sol, aunque no lo relacione con las lluvias. Que en las proximidades y durante el momento de la cosecha puede ser útil tener una idea de la probabilidad del tiempo. —

“¿Eclipses? En lo que resta del año no tendremos ninguno para la Argentina. El año que viene tampoco tendremos ninguno, aunque habrá dos de Sol en forma anular, pero para otras regiones de la tierra. En un año, por lo menos tienen que producirse dos eclipses para la Tierra, pudiendo haber hasta siete; pero cuando tienen lugar tan sólo dos, siempre son de Sol, como el año que viene...
Martín Gil”

Se manifestaban diversas facetas en la personalidad y en los intereses de Martín Gil, en aquellos mismos tiempos de la entrevista que se acaba de citar. Su presencia periodística también era frecuente en notas que publicaba el diario La Nación, además de otros periódicos de Córdoba que contaban con sus aportes. Aquel 1914, más allá del curso de la historia en Córdoba y en todo el país, era también un tiempo aciago en el que se extendía la sombra de una guerra inminente cuyo mecanismo se disparó a fines del mes de julio, y que se extendería hasta el año 1918. Un investigador descubre precisamente en el diario La Nación, en el marco de aquella triste perspectiva, una colaboración de Martín Gil durante el mes de agosto, cuando comenzaban los ataques desplegados por el ejército alemán. En su artículo titulado “La prensa de Buenos Aires ante «el suicidio de Europa»” (2014), el historiador Emiliano Gastón Sánchez analiza el papel de la Argentina en el desconcierto provocado por los inicios de la Gran Guerra, y hace referencia a un texto del astrónomo cordobés, donde este vaticinaba un posible eclipse solar en Europa, y lo relacionaba con el conflicto bélico, haciendo otras consideraciones. Transcribimos los párrafos introductorios referidos por Sánchez, del 17 de agosto de 1914, donde en su nota “Impresiones” expresaba Martín Gil: «Escribir en estos momentos sobre cuestiones que no huelan a pólvora o estopa, a bombardeos, incendios y degüellos, es decir, ocuparse de la real bestia humana desatada, aunque no hambrienta todavía, es perder tiempo y tinta». Y más adelante agregaba con amarga ironía y evidente tono crítico referido a la “superioridad” europea: «¿Qué podríamos decir nosotros de todo esto, nosotros los salvajes de Sudamérica ante aquellos pueblos de razas absolutamente superiores como lo están demostrando y algunas de ellas, representantes de Dios en la tierra y a quien invocan pretendiendo asociarse a él para degollar y quemar con toda desenvoltura? Pues no podía negarse que el bombardeo de una ciudad de 100.000 almas como Belgrado y el incendio de otras, es un acto de cultura ultrasuperior y de elevadísima moral cristiana».  

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