Caras y caretas cordobesas

Fotos y texto de agosto de 1901 dan cuenta, en la revista semanal, de la fundación de un colegio católico de larga prédica en generaciones de adolescentes cordobeses, situado en lo que hoy es Villa Rivera Indarte y construido en 1903 como casa de retiro mercedaria.

Cultura 19 de febrero de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
Foto 1 - Piedra Fundamental 1901
Fotografías de Caras y Caretas, fundación Colegio León XIII. (24 /8/1901)

Por Víctor Ramés

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Fundación del Colegio León XIII, 1901

La revista Caras y Caretas nos permite encontrar, en su edición del 24 de agosto de 1901, unas fotos y un breve texto sobre la colocación de la piedra fundamental de un colegio religioso enclavado en la localidad hoy llamada Villa Rivera Indarte. El Colegio León XIII, bautizado en homenaje al papa que entonces regía el Vaticano, ha formado a numerosos jóvenes en su asentamiento desde mediados del siglo pasado, aunque su edificio creado para tal fin comenzó a construirse en 1901 y la ceremonia inicial que registraba el semanario porteño había tenido lugar el 11 de agosto de ese año. Antecedentes del edificio -según datos que aporta el minucioso investigador mercedario Alfredo Furlani- fue la adquisición del terreno por la orden mercedaria en 1897, a base de la limosna de los fieles que asistían a misa en el templo de la ciudad de Córdoba. La tierra había pertenecido a don Isauro Argüelllo quien, en tono bíblico, la recibió de los herederos de Hormaeche, constructor de un histórico molino, quien a su vez la recibió de otros en una línea genealógica perdida que se remonta a los hermanos Pérez Montañéz, a quienes se la cedió el fundador de Córdoba don Jerónimo Luis de Cabrera, en 1574. Don Isauro es recordado en toda la zona aledaña, ya que lleva su nombre. Los mercedarios, antes de iniciar la construcción del edificio actual, habían levantado dos cuartos en 1898 -revela Furlani- donde se asentó una familia de colonos italianos, y “se realizó una compuerta propia para el abastecimiento de agua para riego”. Paralelamente, le fue asignado al arquitecto Osvaldo Payer la confección de un plano del futuro edificio.

Dos años después, se hizo la ceremonia de colocar, en una zanja cavada ad hoc en el lugar, a la que descendieron algunos peones e infaltables niños curiosos, una simbólica piedra elegida para ese fin. Allí fueron inmortalizados los de la zanja y los que la rodeaban, en una foto luego publicada por Caras y Caretas. 

Vale remontar la presencia de la orden de la Merced al mismo año de la fundación de Córdoba por don Jerónimo padre, y mencionar que, al paso de los siglos, mientras se sucedían procesos coloniales y más tarde la construcción de una nación medianamente libre, fue creciendo la necesidad de contar con un edificio destinado a casa de retiro y lugar para el estudio de los novicios que se preparaban para ser religiosos profesos. Ese fue el fin primario, y las funciones como colegio abierto a la comunidad recién comenzarían en 1950, constando en el acta de fundación dicho objeto educacional.

En las fotos que publicaba el semanario están referidos dos momentos ceremoniales claves de aquel acto, que en medio prácticamente de la nada, en un sitio terroso, le daban solemnidad, y al que asistió todo el mundo vestido con sus mejores pilchas. Una de las escenas corresponde a la firma del Acta fundacional, en una mesita llevada a ese fin, rodeada de señoras con sombreros y velos para el polvillo, y señores de elegante sombrero hongo, algunos curas de sotana negra y sombrero de teja (o “saturno”, como le llaman los italianos) mezclados con mujeres, hombres y changos humildes, estos últimos con sacos un talle más chico, abrochados, y pobres sombreros en mano. El centro del ritual es la mesita cubierta con un mantel que imaginamos rojo, con un crucifijo irradiando simbolismo sobre ella, y un sacerdote firmando un papel ante el fotógrafo en acción enfática, para la posteridad. También se ve a un hombre con el brazo extendido y la palma de la mano apoyada en la mesita, con la cabeza gacha y -se adivina- los ojos cerrados en gesto de intensidad espiritual muy al tono. 

La otra escena ya medianamente descripta, muestra el pozo, la piedra basal sobre otra piedra más grande, la gente dentro de la zanja (adultos y niños), y el resto de los presentes arriba, a orillas del borde, formando un semicírculo alrededor, algunos mirando a cámara y otros hacia la piedra simbólica. Entre ellos se ve a un sacerdote con bonete o birreta en la cabeza, al fondo, de frente hacia el fotógrafo. Adjuntamos otra foto mucho más nítida, del mismo momento, tomada de la ponencia “Casa de retiros. Instituto León XIII. Orden de la Merced. Córdoba - Re funcionalización y puesta en valor”, de los arquitectos Geovanna Maschio y Ricardo Salgado.

El texto del semanario que complementa las fotografías ofrece un poco de información acerca del puñado de personas presentes en la colocación de la piedra fundamental. Se desliza un error, al fechar el acto el 4 de agosto, y en suma, allí se lee:
“A la altura del kilómetro 14 de la línea del ferrocarril Nordeste, en las inmediaciones de la estación Argüello, reunióse el domingo 4 del presente mes una gran cantidad de personas invitadas a presenciar Ia colocación de la piedra fundamental del colegio León XIII, que en aquel sitio va a construirse.
La orden de los mercedarios piensa elevar un magnífico edificio destinado a albergar buena cantidad de jóvenes religiosos, y en el que también se establecerá una escuela para niños. Tal consta en el acta leída después que el R. P. Provincial de la Orden Fr. Manuel Argüello hubo bendecido y colocado la primera piedra del futuro colegio.
Después de la ceremonia religiosa, y de firmada el acta referida, pronunciaron discursos alusivos a la fundación, los RR. PP. Fr. Manuel Argüello y Fr. Bernardino Toledo.
Los coristas Fr. Bernardo C. Morillo y Fr. Agustín Varas recitaron algunas poesías originales, dándose por terminado el acto con otros discursos de los coristas de votos solemnes, Fr. Ramón Gómez y Fr. José M. Barrionuevo.”





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