El inicio del mandato de Milei fue muy intenso, con una tensión permanente que nos tuvo crispados todo el tiempo
El futuro de Milei
Aunque faltan tres años para las elecciones vale la pena empezar a pensar qué escenarios pueden suceder
Nacional13 de diciembre de 2024Javier BoherPor Javier Boher
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Está mal hacer futurología, pero es una actividad tentadora en la que hay que permitirse caer de vez en cuando para pensar qué escenarios pueden venir hacia adelante. Entre el aniversario del gobierno de Milei y el cierre de año se juntan las condiciones para tratar de aventurar algunos escenarios para los años venideros.
Primero vamos a arrancar por las condiciones a partir de las cuales se hace el análisis, a los fines de sentar unas bases claras que permitan el contraste de lo aquí expuesto.
Milei está muy firme en su apoyo popular, quizás porque sigue siendo una novedad, una rareza que sorprende por sus formas heterodoxas para resolver encrucijadas políticas. Suele comportarse como si no fuese político, pero solo alguien que sabe leer la política puede tomar esas decisiones y que le salgan bien.
La oposición está muy débil, dividida entre y dentro de los partidos por la cuestión de apoyar -o no- al gobierno. No hay figuras nacionales convocantes y nadie parece tener ganas de llenar ese espacio.
La gente valora muy positivamente el giro político y económico “a la derecha” y con un leve dejo conservador (por ejemplo, por las permanentes disputas por las cuestiones de género).
Por último, las elecciones de medio término no son lo mismo que las generales en la que el presidente arrastra a sus candidatos. En las primeras siempre hayas dispersión que en las segundas, que serán las primeras con boleta única, lo que dificulta saber qué va a pasar con la posibilidad de arrastre.
Así es que vamos a pasar al segundo punto del análisis, el de aventurar algunos escenarios.
El primer escenario es la continuidad del que viene hasta ahora. La oposición no se organiza en parte porque la economía se recupera y le sonríe al gobierno, pero también porque no tiene claras las estrategias para definir una identidad. En ese desbalance, el oficialismo corre con la ventaja de manejar el Estado y todos sus recursos, con los que puede imponerse con fuerza sobre una oposición que no consigue nombres de peso para enfrentar a Milei.
Este escenario sería como el de las elecciones legislativas de 2005 y las presidenciales de 2011, respectivamente, en las que los nuevos le ganaron a los viejos (Cristina contra Chiche Duhalde) y donde la oposición era prácticamente indistinguible entre sí y con el gobierno (Binner, Alfonsín, Carrió, Rodríguez Saá).
El segundo escenario tiene que ver con que cierto estancamiento de la economía le haga difíciles las cosas a Milei, como le pasó a Macri en 2018 tras una buena elección de medio término. Al gobierno le quedaría centrarse en la agenda cultural, agitando el fantasma del regreso del kirchnerismo en su última versión, la de Alberto Fernández.
Que Milei corra la suerte de Macri y pierda la reelección dependerá principalmente de que la oposición consiga un buen candidato y concurra unida, algo que en la previa parece difícil. La intransigencia de algunos políticos, la mala gestión de Alberto y la negativa de Cristina a dar un paso al costado (su poquito poder es suficiente para condicionar la discusión nacional) le bajan el precio a este escenario.
Pese a todo, hay gente trabajando para que suceda. Allí identifico cuatro posibles candidatos anotados al día de la fecha: Lousteau, Pullaro, Kicillof y Llaryora. El primero trata de ganarse el favor del kirchnerismo sobreactuado su progresismo, su radicalismo alfonsinista. El segundo, gestión honestista radical con control de la inseguridad. El tercero, peronismo del interior con administración racional del Estado. El cuarto, gestión estatal progre para la renovación kirchnerista. Llaryora y Lousteau serían el gris que corre por el medio y que podría volcar la balanza a favor de Pullaro o de Kicillof, que hoy aparecen como la alianza más improbable. De los cuatro, el único obligado a ir por la presidencia sería Kicillof, en el caso de que Pullaro consiga la reforma constitucional que le habilite la reelección.
El tercer escenario implicaría algo parecido, pero con fractura de la oposición en dos espacios, como en 2007. Acá podría tratarse de las opciones “mismo modelo sin corrupción y con buenos modales” (donde podrían tratar de ir el Pro y el radicalismo en la gestión) y un renovado “modelo estatista con inclusión social” (que sería el espacio del radicalismo legislativo, el peronismo de provincias como Córdoba y el kirchnerismo).
El cuarto escenario sería improbable, pero no imposible, con fractura en el oficialismo y unidad opositora, caso 2015. Parece difícil que a Milei le aparezca una opción por derecha, por lo que se podría especular con un caso como el anterior, pero con una derecha moderada que divida más votos con el oficialismo que con la oposición. Acá toma especial relevancia la unidad peronista en el conurbano frente a la división libertaria en el centro y norte.
Con apenas un cuarto del camino recorrido parece que Milei no tiene mayores obstáculos para ganar. Sin embargo, siempre hay imprevistos que pueden debilitar a los gobiernos, siendo casi siempre el mismo problema: pocos dólares del campo, por caída de precios internacionales o por sequía. Le tocó a Macri y a Massa, que sufrieron el impacto económico de la caída en la actividad agrícola exportadora.
No podemos saber qué va a pasar, pero nada nos impide imaginarlo.
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