Caras y caretas cordobesas

Encontramos en nuestro semanario de referencia unas fotografías del sepelio del doctor José Antonio Ortiz y Herrera, hombre público en toda la línea, que evidenciaban el sentimiento cordobés por su muerte a fines de 1910.

Cultura 25 de marzo de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
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Velatorio y sepelio de José Antonio Ortiz de Herrera, el 10 de diciembre de 1910.

Por Víctor Ramés

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El Dr. José Antonio Ortiz y Herrera

Caras y Caretas publicaba el 24 de diciembre de 1910 fotos del velorio y el entierro de José Antonio Ortiz y Herrera, un hombre que había hecho mucho por Córdoba desde diversos puestos de responsabilidad. En base a apuntes biográficos sabemos que el doctor Ortiz y Herrera fue médico y que se desempeñó en un amplio frente de ámbitos ciudadanos, desde el ejercicio de su profesión a sus responsabilidades en diversos ámbitos universitarios, comunales y provinciales, y su último acto como gobernador de Córdoba, un año antes de su muerte. 

Nació en San Juan en 1845 y sus padres, ambos cordobeses, se trasladaron a Córdoba cuando era un niño. Mientras estudiaba medicina en Buenos Aires se alistó, aun veinteañero, para participar como practicante en los hospitales de sangre próximos al frente de la Guerra del Paraguay. Su padre, el coronel Severo Ortiz Posse, era ayudante de Campo del general Bartolomé Mitre en dicho conflicto. El joven Ortiz vivió de cerca el trágico fratricidio sudamericano, y alcanzó reconocimiento por su acción en la batalla en Boquerón del Sauce, en 1866, donde el ejército paraguayo aplastó a las tropas uruguayas. La tragedia personal tocó a José Antonio cuando su padre murió por heridas en batalla, a los 54 años, el 9 de octubre de 1867. 

En Córdoba, donde luego se instaló, ejerció la medicina y se destacó en su participación para evitar la propagación de la epidemia de fiebre amarilla. Se casó en 1879 con Andrea Salvatierra, y el matrimonio no trajo hijos al mundo. Ortiz y Herrera mantuvo en paralelo responsabilidades académicas y políticas: entre 1881 y 1893 fue senador provincial por el departamento Cruz del Eje. En la Facultad de Ciencias Médicas se hizo cargo de la cátedra de Patología Especial y Clínica Médica. Su relieve lo llevó a ser decano en el periodo de 1890 hasta 1894, mostrando capacidad organizativa e iniciativa a través de numerosas disposiciones. Se preocupó por refaccionar el edificio del antiguo Hospital San Roque y, en estrecha colaboración con su gran amigo y colega Jerónimo del Barco, llevó adelante la fundación del Hospital del Niños de la ciudad de Córdoba en 1894, que fue organizado como hospital quirúrgico, con veinte unidades de internación. Del Barco fue su primer director. 

En el campo político se desempeñó como vice del gobernador José Figueroa Alcorta, entre 1895 y 1898. Fue convencional constituyente en 1900, y le tocó ser presidente provisorio de la Cámara de Senadores entre 1902 y 1904, y de nuevo en 1906.

En 1897 se convirtió en el primer rector médico de la Universidad, cargo en el que desarrolló dos periodos completos, hasta 1907. Durante su ejercicio del rectorado, según la investigadora de la medicina en Córdoba, la Dra. Norma Acerbi Cremades, “la antigua Biblioteca de la Universidad, recibió en esos días un impulso grandioso que la dejó en condiciones de prestar útiles servicios a los docentes y estudiantes, como también al público en general. Cambió sus lámparas de gas por luces eléctricas e inauguró el horario nocturno de atención, poniéndola a la altura de una de las más importantes del país.” También amplió el presupuesto para la compra de libros. El diario Los Principios expresaba, en 1897: “Definitivamente terminadas las instalaciones eléctricas y la clasificación de las numerosas obras últimamente recibidas, el lunes a la noche tendrá lugar la inauguración del horario nocturno de la Biblioteca de la Universidad, la cual, en lo sucesivo permanecerá abierta durante todo el día para profesores y alumnos del establecimiento y del público en general, con excepción de cinco horas, de 11 a.m. a 2 p.m. y de 5 a 7 p.m.” 

La Dra. Acerbi Cremades aporta que el rector Ortiz y Herrera “dotó de modernos gabinetes a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que dieron impulso a la investigación científica.” Otra marca suya en la gestión universitaria fue haberle encomendado al escultor Víctor de Pol la realización de la estatua en homenaje al Obispo Trejo, erigida en 1903 y que actualmente preside el patio del Rectorado histórico sobre la calle que lleva el nombre del fundador de la universidad.  

En 1907, el Dr. Ortiz y Herrera renunció como rector para asumir la gobernación de la provincia. Amigo del general Roca, Ortiz se convertiría en el último gobernador del Partido Autonomista Nacional. Su vicegobernador fue Jerónimo del Barco. Era presidente de la nación José Figueroa Alcorta, otro cordobés, enfrentado con Roca, lo cual determinó una tensa relación con el nuevo gobernador, que había sido su vice en los años noventa. Figueroa se empeñó en limar los apoyos de gobernadores provinciales al roquismo mediante pactos y presiones. Al año de gobierno, el vicegobernador del Barco decidió renunciar al cargo para reasumir su banca de diputado nacional. Entretanto, Ortiz y Herrera impulsó algunas mejoras en el régimen penitenciario y en las condiciones en que vivían los reclusos. También intentó hacer aprobar una reforma constitucional que no contaba con el beneplácito de Julio A. Roca, ni el de Figueroa Alcorta, y que fue finalmente rechazada. 

La cuestión del relevo presidencial de Figueroa Alcorta puso en juego la candidatura de Roque Sáenz Peña como su sucesor y comenzó el juego de los apoyos por parte de los electores provinciales. Hecha las cuentas, el gobernador más inflexible que quedaba en la lista era el de Córdoba. Ese hecho llevaría a un fuerte ajuste de clavijas y el 20 de agosto de 1909 el presidente dispuso la intervención federal a Córdoba. El Dr. Ortiz y Herrera debió dar un paso al costado y renunciar a su cargo de gobernador el 3 de septiembre de ese año. Ocuparía su lugar, como interventor, Eliseo Cantón, otro colega médico. 

Un año después, Ortiz y Herrera fallecía en Buenos Aires, siendo sus restos trasladados a Córdoba, donde hubo se le dedicaron homenajes y asistió una multitud a su funeral, tal como lo registran las fotos de Caras y Caretas.

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