Caras y caretas cordobesas

Entre la página publicitaria y la nota periodística, el semanario de referencia le dedicaba espacio en septiembre de 1914 al lujoso Sierras Hotel de Alta Gracia. El establecimiento había inaugurado ese año el primer y flamante casino de la república.

Cultura 17 de abril de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
Sierras-Casino-Hotel
Diversos ambientes del fastuoso hotel de Alta Gracia - Caras y Caretas 1914

Por Víctor Ramés

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Los años felices del Sierras Casino Hotel

Fundado en 1908 por iniciativa del empresario Guillermo Franchini, el Sierras Hotel de Alta Gracia tuvo sus dos años de máximo florecimiento entre 1914 y 1916, es decir en el período en que agregó un gran casino a su ya fastuoso edificio con 76 habitaciones y lujosos ambientes. El gobernador Ramón J. Cárcano, asiduo visitante del hotel, había dictado la Ley de Casinos en 1913, inicios de su primera gestión, y esto disparó una gran inversión de Franchini para sumar un enorme nuevo espacio a la instalación hotelera, y abrir el primer establecimiento de ese tipo que hubo en la Argentina. Allí se instalaron ruletas y mesas para juegos de naipes y se abrió un bar, salón de estar, habitaciones y hasta una sala de teatro para conciertos y proyecciones, sin obviar las ocasiones bailables para quienes sentían el impulso de celebrar una buena racha; o bien los que deseaban demostrar que sus fortunas les permitían absorber una mala noche. Esos espacios se exhibían desplegados en las fotografías de dos páginas dedicadas por Caras y Caretas al Sierras Casino Hotel en 1914, justo cuando los juegos de apuestas y de azar multiplicaron la afluencia de visitantes.

Los concurrentes de todo el país a esa cita con la ansiedad y con la suerte, eran parte de una burguesía terrateniente y ganadera de la pampa húmeda, con fuerte participación en la actividad financiera, comercial e industrial urbana. Una élite a la que la nota -o el anuncio- de Caras y Caretas se dirigía, invitando a conocer ese gran hotel casino enclavado en un paisaje excepcional del valle de Paravachasca. Argumentaba que allí se encontraría con un lugar tan refinado como en Europa, pero sin “las exageraciones de precios” que tendrían que oblar por lo mismo en el viejo mundo. 

En lo alto de la gama de turistas bien forrados en dinero, los huéspedes del Sierras Casino Hotel que llegaban de Buenos Aires, de Córdoba e incluso de otros países, tenían un perfil bien definido. Resulta tentador transcribir un par de párrafos de la publicación El arcón de la historia argentina que cubre una cronología histórica entre 1492 y 1930, sobre el hotel altagraciense. Allí se exponen los atributos de la clase, referidos a los veraneantes y manifestados en signos concretos:
“Llegaban en el Ferrocarril Central Argentino, que llevaba especialmente incorporado para ellos un vagón-cochera para transportar los Ford T y Bugatti que luego, manejados por elegantes choferes de uniforme, los llevarían a pasear por las sierras cordobesas. Permanecían alojados por toda la temporada estival.
Dos y hasta tres meses duraban estas vacaciones a las que llevaban, no solo sus elegantes baúles roperos, valijones y sombrereras, sino que también las acompañaba un ejército de servidores que incluían ‘institutrices’ para los niños, sus ‘ayudas de cámara’ para que asistieran a las señoras en la engorrosa tarea de vestir esas ropas tan complicadas que se vestían entonces, y el ya nombrado ‘chauffeur’.”

Por su lado, la versión en parte periodística aunque con fuerte tufillo propagandístico, que brindaba Caras y Caretas en septiembre de 1914, daba un panorama del establecimiento y sus atracciones:

“Alta Gracia es uno de los más deliciosos e higiénicos lugares de cuantos abundan en este país tan rico en todo y, sobre todo, en variedad insuperable de climas y de paisajes.
Esto es – ya bien conocido en América y en Europa; pero lo que no está aún bien conocido y por ello tampoco apreciado en su justo valor, es que Alta Gracia, además de sus encantos topográficos, de su aire vivificante, ofrece atracción suprema para los excursionistas, los sportsmen, las familias y hasta para los hombres de negocios, porque además de sus indiscutibles condiciones de higiene y de belleza en el paisaje, cuenta con el esencialísimo complemento de un Hotel-Club que encierra y comprende el ideal del confort de las grandes ciudades, hermanado admirablemente con los atractivos y ventajas del campo.
Un tren cómodo, rábido, pone en comunicación ese Hotel-Club con la ciudad de Córdoba, pudiendo el pasajero partir a la mañana temprano y regresar, si así lo deseara, antes de mediodía, pues el trayecto es solamente de una hora; esta ventaja es de tal importancia bajo múltiples conceptos y, sobre todo, tan excepcional en nuestro país, que indiscutiblemente coloca al Sierras Hotel-Club en ventajosísimas condiciones sobre todos los demás lugares de recreo o descanso de la República.
Completan las comodidades de rápidas comunicaciones, un lujoso y amplio servicio de autos, carruajes y caballos de silla, que a precios realmente módicos ofrecen al excursionista, al amante de la vida activa, una movilidad tan eficaz para los múltiples casos en que se quiera emplear, cual si se encontrara en el mismo Buenos Aires.
El aseo, la pulcritud de sus elegantes habitaciones, de las instalaciones de higiene y su esmerada cocina, que puede satisfacer hasta al más exigente gourmet, contribuyen de modo esencialísimo a colocar ese Hotel-Club a la altura de los más afamados de Europa, con la ventaja de no ofrecer las exageraciones de precios que, en los establecimientos de ese género, sorprenden al viajero en el viejo mundo.
Las excelentes canchas para lawn-tennis, criquet y golf; el espacioso hipódromo para celebrar partidos de polo, gymkhanas, steeplechases, no tiene rival en todo Sudamérica, y por fin el suntuoso Casino, autorizado por el gobierno de aquella provincia, y en cuyos elegantes salones se celebran brillantes cotillones, selectos conciertos y otros diversos espectáculos, hacen del Sierras Hotel-Club el lugar privilegiado y delicioso donde se da cita, no sólo lo más selecto de la sociedad porteña, sí que también de los vecinos países de nuestro continente.”

Tal vez no esté de más recordar que las gymkhanas son competencias con una serie de pruebas al aire libre entre dos equipos. Steeplechases, por su parte, se llama a las carreras ecuestres de obstáculos. 

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