El bucle de la juventud perpetua

En su filme “Perfect Days”, una producción japonesa que asoma entre las candidatas a llevarse el Oscar como Mejor Película Internacional, el cineasta alemán Wim Wenders ensaya un particular abordaje del estancamiento en el que ha caído la sociedad actual producto de su desmemoria.

Cultura 29 de febrero de 2024 J.C. Maraddón J.C. Maraddón
ilustra perfect days

J.C. Maraddón


Resignados como estamos a que el futuro nos ha sido negado, nos hemos acostumbrado a un bamboleo indetenible entre el pasado y el presente, donde paradójicamente lo que predomina es el escaso uso de la memoria. Se buscan las novedades en lo que pasó porque se supone que apena unos pocos lo recuerdan y, en consecuencia, lo antiguo parecerá flamante según la percepción de quien sólo presta atención al aquí y ahora. Algo así era el juego que proponía aquella película “Yesterday”, estrenada por Danny Boyle en 2019, donde una sola persona en el mundo sabía que habían existido los Beatles.

Lo que no queda claro, entonces, es quiénes son los más afortunados: si los que son capaces de rememorar y por ende son conscientes de que se está realizando un reciclaje, o los que carecen de esa habilidad y entonces consideran original a aquello que en realidad es tan solo una antigüedad a la que se ha sometido a un rescate. Los primeros viven en un eterno deja vu que puede ser tan placentero como insufrible, en tanto los segundos permanecen en el limbo de la desmemoria, donde lo que sucede entra en una especie de loop que se obstina en replicarlo.

Este fenómeno se desata hoy sobre la sociedad y la acorrala hasta asfixiarla, desplazándola a través de ciclos que sólo terminan para volver a comenzar en el mismo punto desde donde había partido, ante la pasividad de quienes no están en condiciones de analizar por completo el proceso. Los mismos desafíos de siempre pretenden ser abordados de maneras que ya probaron su ineficiencia, pero que son apreciadas como novedosas debido, justamente, a que todo va deslizándose hacia el abismo del olvido. El estancamiento al que conduce esta mecánica es evidente, pero se asimila como constitutivo del clima de época.

Las obras culturales de nuestro tiempo pueden tanto caer en este juego involuntariamente como usarlo en su provecho. Y esto último es lo que ensaya el cineasta alemán Wim Wenders en su filme “Perfect Days”, una producción japonesa que asoma entre las candidatas a llevarse el Oscar como Mejor Película Internacional. Con el actor Koji Yakusho como el señor Hirayama, un hombre mayor que trabaja limpiando baños públicos en Tokio, este largometraje expone mucho más que la rutinaria vida de ese solitario individuo, cuyo regodeo en repetir sus actos día tras día transmite una sensación beatífica al espectador.

En sus silencios y sus gestos, Hirayama exuda la sabiduría del que, enterado del modo en que la humanidad ha decidido volver sobre sus pasos con el convencimiento de que va hacia adelante, resuelve plegarse a ese vaivén y disfrutar de ese bucle temporal en el que cada amanecer implica no una perspectiva de cambio, sino un retroceso al lugar donde todo vuelve a empezar. De aquella mentalidad alguna vez progresista que él no olvida, toma los elementos que prefiere, como los libros en papel, la fotografía analógica y la música en casetes, ese soporte sonoro que supo ser vanguardia.

Ejemplificadora de estas paradojas es la forma en que los personajes jóvenes expresan su fascinación por esas cajitas que jamás habían visto antes: un joven colega de Hirayama los ve como objetos de colección de gran valor monetario, mientras que su noviecita se estremece con la voz de Patti Smith en el disco “Horses”. Para ellos, lo viejo no existe como tal porque no lo han conocido. Para el personaje protagónico (y también para Wenders y sus espectadores), puede que ese eterno retorno configure una especie de juventud perpetua, como joven se lo escucha todavía a Lou Reed en ese tema “Perfect Day” que da título a la película.

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