Algunas actividades de arte pueden desafiar la impronta de la mirada y trasladar a los demás sentidos la conexión con las obras. Dos propuestas aparecen aquí, y también convocatorias para eventos del año que estamos estrenando.
Caras y caretas cordobesas
La visita del presidente Roque Sáenz Peña a Córdoba, en diciembre de 1910, prolongó la sensación del reciente Centenario, estrechó lazos políticos y permitió al gobernador Félix T. Garzón alojar al matrimonio Sáenz Peña en su flamante palacio personal.
Cultura29 de julio de 2024Víctor RamésPor Víctor Ramés
Sáenz Peña durmió en el Palacio Garzón (Primera parte)
Cuando el presidente Roque Sáenz Peña realizó su histórica visita a Córdoba llevaba apenas mes y medio en el sillón de Rivadavia. De algún modo, su venida podía equipararse a un acto aplazado de la gran celebración del Centenario en la ciudad de los jesuitas; tal vez el acto principal, que se producía cinco meses más tarde, ya a punto de concluir el año conmemorativo. La ciudad a plena luz eléctrica, despliegue de banderas y flores, arco triunfal dedicado al Excelentísimo Señor Presidente de la Nación, el desfile en lujosos carruajes y el acompañamiento a pie del pueblo cordobés que llenaba las calles. El presidente y el gobernador Félix Garzón iban en un coche, y las señoras de Sáenz Peña y de Garzón en otro. La comitiva atravesaba un clima festivo, se registraban ganas de prolongar la celebración patria, en ese trayecto ritual desde la estación de trenes hasta el Palacio Garzón -nuestro Museo Genaro Pérez de hoy- cuyos primeros huéspedes serían Roque y Rosa González de Sáenz Peña.
De todos esos movimientos daba reflejos el semanario Caras y Caretas, centralmente en su número del 17 de diciembre, y ya se habían publicado fotos enviadas por el corresponsal en los sábados anteriores del mes.
La visita del presidente representaba también, en lo político, un estrechamiento de los lazos con Córdoba en el proceso de impulsar desde el primer día la ley electoral argentina por él propuesta, y que vendría a cambiar de manera eficaz las reglas del juego político argentino dando acceso a la vida democrática a amplios sectores de la sociedad, mediante al sufragio universal, secreto y obligatorio. El propio Sáenz Peña acababa de llegar al poder mediante una de las últimas acciones conspirativas de la “junta de notables” que decidía los nombres para los cargos de gobierno, y que manipulaba las elecciones mediante una serie de conocidos fraudes que la literatura de época reflejó en sus testimonios. Ahora, el mandatario iniciaba un proyecto de reforma que también apuntaba a neutralizar a corrientes progresistas que habían ajustado los puntos, como el radicalismo y el socialismo. Córdoba sería una aliada estratégica para la aprobación, en marzo de 1912, de la “Ley Sáenz Peña”. En Córdoba el presidente tenía a un aliado, y esto se visibilizaría en 1911, en el proyecto de reforma constitucional que promovió el gobernador Félix T. Garzón.
Durante la estadía del flamante presidente, el protocolo impuso sus trayectos y pausas, tras una primera jornada en la cual se habían producido una serie de agasajos que contaban con una comisión de damas a cargo. Hubo un lunch con muchos concurrentes en el salón principal del Palacio Garzón, cuyo lujo ha quedado registrado en las fotografías; también un almuerzo íntimo del círculo de damas y caballeros de los cargos más importantes de la nación y la provincia presentes, sin que cese la circulación de invitados en el salón de recepción. En un aparte, en otra sala, el presidente atendió audiencias prefijadas recibiendo, entre otras personas, al rector de la Universidad y a una delegación académica.
Más tarde hubo una recepción especialmente organizada en la casa de gobierno (el antiguo Club El Panal, hoy Museo de las Mujeres) adonde se trasladó el presidente dando ocasión a numerosos invitados, invitadas y curiosos.
La jornada siguiente estaría pautada por el solemne Te Déum en la iglesia de la Compañía de Jesús, por la mañana, luego aristocrático banquete, la concurrencia al Corso de las Flores especialmente organizado para la ocasión, y cierre de la actividad presidencial con la asistencia de Sáenz Peña a la Colación de Grados en la Universidad, antes de la cena.
La actividad del ilustre visitante fue registrada profusamente por fotografías con que Caras y Caretas siguió cada una de las ocasiones y locaciones del programa oficial de la visita. Eran muchos más los registros gráficos que el despliegue del relato textual, y los epígrafes de las fotos, tal como era la práctica del semanario, eran un complemento narrativo mínimo que informaba al público de los acontecimientos vividos.
El gobernador Félix T. Garzón era un ex juarista que había asumido en mayo, hegemonizando la representación de la élite de comerciantes que ostentaban el poder municipal y provincial en Córdoba, y cuyo primer mensaje a la cámara fue un anuncio de la reforma electoral. A él le tocó ser el orgulloso anfitrión de esos días festivos y de gran peso político. Garzón logró, entre otras cosas, poner al centro de la visita del presidente, y de las recepciones vinculadas a esta, su palacio recientemente construido, símbolo si los hay de buen gusto y opulencia que la cámara de Caras y Caretas reflejó en su esplendor.
En su primer número de diciembre, el sábado 3, más de una semana antes del viaje de Sáenz Peña a Córdoba, el semanario publicaba una fotografía del Palacio Garzón, dedicándole una breve reseña donde no se ocultaba la antipatía casi crónica por el poder cordobés en diversos períodos de la revista. Allí se leía:
“El gobernador de Córdoba, doctor Félix E. Garzón, es un hombre ingenioso. Aprovecha todas las ocasiones que se le presentan para darse placer. Nada le importa que los demás sonrían. Hace bien. Cada cual es dueño de divertirse a su manera... El caso es que el doctor Garzón era propietario en Córdoba de un terreno ubicado a mitad de cuadra. Pidió le enviaran planos para construir en él un palacete. Entre los planos iba uno para "casa-esquina". Fue el que más le gustó... Le indicaron que era imposible construir a mitad de cuadra una casa-esquina-. . . "No importa — dijo, — la quiero. Para eso soy cordobés... " Se hizo un callejón y el palacio quedó a mitad de cuadra y en una esquina y el gobernador quedó satisfecho.”
Es cierto que relato buscaba la hilacha en el traje del protagonista de la historia, aunque, difícil que salte uno a defender a la oligarquía cordobesa de sus propios caprichos.
“Lo contado y lo vivido – Crónicas de bares” es un buen libro de relatos que su autor, Juanchi González, entreteje en la forma de conversaciones e historias que le ocurrieron a gente no tan común, y que necesitaron de una mesa de café para ser formuladas.
Una página de contexto costumbrista gana espacio en Caras y Caretas en 1919, para relatar la llegada a Buenos Aires de un gaucho viejo, a caballo, con el propósito de ver a su hijo que se ha mudado a la ciudad.
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